martes, 8 de febrero de 2011


EL VATICANO ADORABA A ADOLF HITLER

El matrimonio de amor entre la iglesia católica y el nazismo es incuestionable: abundan los ejemplos y no son insignificantes. La complicidad no se estableció con silencios de aprobación. Los hechos le demuestran a cualquiera que investigue el tema en la historia que no fue un matrimonio de conveniencia, impuesto por una necesidad de supervivencia de la iglesia, sino una pasión común y compartida hacia los mismos enemigos irreductibles, los judíos y los comunistas, igualados, la mayor parte del tiempo, en el revoltijo conceptual del judeobolchevismo.

Desde los inicios del nacinalsocialismo hasta la protección de los criminales de guerra del Tercer Reich después de la caída del régimen, a quienes ayudaron a huir a otros países, aparte del silencio de la iglesia sobre estos asuntos, desde entonces, y aún hoy –incluso la imposibilidad de consultar los archivos sobre este tema en el Vaticano-, el feudo de San Pedro, heredero de Cristo, fue también el de Adolf Hitler y sus secuaces: nazis, fascistas franceses, colaboracionistas, vichyistas, milicianos y otros criminales de guerra.

Los hechos: la Iglesia católica aprobó el rearme de Alemania, yendo en contra del Tratado de Versalles, desde luego, pero también en contra de las enseñanzas de Jesús, en especial, las que celebran la paz, la bondad, y el amor al prójimo; la Iglesia firmó un acuerdo con Adolf Hitler desde su asunción como canciller en 1933; la Iglesia católica calló sobre el boicot a los comerciantes judíos, no protestó ante la proclamación de las leyes raciales de Núremberg en 1935, guardó silencio en 1938 cuando ocurrió la Noche de los Cristales; la Iglesia católica entregó su archivo genealógico a los nazis que supieron desde ese momento quienes eran cristianos, y por lo tanto no judíos; la Iglesia católica reivindicó, en cambio, “el secreto pastoral” para no dar a conocer los nombres de judíos convertidos a la religión de Cristo o casados con cristianos; la Iglesia católica, sostuvo, defendió y apoyó al régimen pro nazi de los ustachis de Ante Pavelic en Croacia¸ la Iglesia católica absolvió al régimen colaboracionista de Vichy en 1940; la Iglesia católica, aunque estaba al corriente de la política de exterminio iniciada en 1942, no la condenó, ni en privado ni en público, como tampoco dio órdenes a los curas u obispos de censurar ante los fieles al régimen criminal.

Las fuerzas aliadas liberaron Europa, llegaron a Berchtesgaden y descubrieron Auschwitz. ¿Qué hizo el Vaticano? Siguió apoyando al régimen derrotado: la Iglesia católica, a través del cardenal Bertram, mandó decir una misa de réquiem en memoria de Adolf Hitler; la Iglesia católica guardó silencio y no hizo ninguna declaración condenatoria cuando se descubrieron las pilas de cadáveres, las cámaras de gas y los campos de exterminio; la Iglesia católica, más bien, organizó para los nazis sin Führer lo que nunca hizo por ningún judío o víctima del nacinalsocialismo: coordinó la oficina de ubicación de los criminales de guerra fuera de Europa; la Iglesia católica utilizó al Vaticano, expidió papeles sellados con visas y creó una red de monasterios europeos como lugares de escondite para protección de los dignatarios del Reich derrotado; la Iglesia católica incluyo en su jerarquía a personas que habían ocupado cargos importantes en el régimen hitleriano; la iglesia católica nunca se arrepentirá de nada, puesto que no reconoce oficialmente nada de esto.

De darse algún día el arrepentimiento, habrá que esperar, sin duda, unos cuatro siglos, el tiempo que se necesitó para que un papa reconociera el error de la Iglesia sobre el caso Galileo…, ya que el dogma de la infalibilidad del Papa, proclamado en el primer Concilio Vaticano en 1869-1870 –Pastor Aeternus-, prohíbe el cuestionamiento de la Iglesia, puesto que el soberano pontífice, cuando se expresa o toma una decisión, no lo hace como hombre capaz de equivocarse, sino como representante de Dios en la Tierra, siempre inspirado por el Espíritu Santo, la famosa gracia de asistencia. ¿Debemos de llegar a la conclusión, por lo tanto, de que el Espíritu Santo era profundamente nazi?

Mientras permanecía en silencio sobre la cuestión nazi durante y después de la guerra, la Iglesia no dejaba de tomar decisiones contra los comunistas. Con respecto al marxismo, el Vaticano dio muestras de un compromiso, de una militancia y de una fuerza que bien nos hubiera gustado verle utilizar para combatir y desacreditar el Reich nazi. Fiel a la tradición de la Iglesia que, por la gracia de Pío IX y de Pío X, condenó los derechos del hombre como contrarios a la enseñanza católica, Pío XII, el famoso Papa, amigo del nacionalsocialismo, excomulgó en masa a los comunistas del mundo entero en 1949. Alegó la colusión de los judíos y el bolchevismo como una de las razones de su decisión.

A modo de información: ningún nacionalsocialista de las bases, ningún nazi de alto mando o miembro del estado mayor del Reich fue excomulgado y ningún grupo fue excluido de la Iglesia por haber enseñado o practicado el racismo, el antisemitismo o por haber hecho funcionar las cámaras de gas. Adolf Hitler no fue excomulgado, y su libro, Mi lucha, nunca formó parte del famoso Índice de libros prohibidos, (Index Librorum Pohibitorum). Recordemos que después de 1924, fecha en la que Hitler publicara su libro, el Índice agregó a su lista negra a autores como Pierre Larousse, culpable del Grand Dictionnaire Universel (!!!!!), a Henri Bergson, André Gide, Simone de Beauvoir y Jean Paul Satre. Pero Adolf Hitler nunca figuró en esa lista.
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Michel Onfray
“Tratado de ateologia”


El Tratado de ateología de Michel Onfray es como el canto del gallo, la alarma del despertador, la luz del sol entrando por la ventana e incidiendo directamente sobre la cara: una llamada de atención para que aquellos que están dormidos abran los ojos a un nuevo día y se alcen para descubrir todo lo que la vida tiene para ofrecerles.

Este libro llegó a mis manos sin ser esperado para nada, me lo leí sin saber qué me iba a deparar y resultó una grata sorpresa. Aunque no soy un experto, lo catalogaría como filosofía con minúsculas. La causa: es un libro que cualquiera podría escribir, salvo por algunas palabrejas especializadas de filosofía, en su mayoría innecesarias para la comprensión de la idea. Y por tanto, es un libro que cualquiera puede leer.

Onfray nos grita, más que nos habla, sobre la situación actual de las religiones y su influencia en las sociedades modernas. De una forma muy llana y clara, destruye el corpus de las religiones monoteístas, acercándonos a una forma laica y atea de ver el mundo, sin necesidad de dioses o estructuras de poder que nos digan cómo debemos actuar. La única pega que se me ocurre es que precisamente está escrito desde un punto de vista de Francia, país con una larga tradición de laicismo de estado, lo cuaĺ tergiversa en cierta manera sus conclusiones para aplicarlas en otros lugares.

Muy recomendable para aquellos que necesiten un manifiesto de ateología. El estilo directo utilizado por el autor les permitirá sentirse identificados en muchas de las afirmaciones, además de hacerse preguntas que quizás no se habían planteado. A evitar para quien no quiera ver tambalearse los pilares de sus creencias.

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Publicado en kozmicbooks.wordpress.com, el 30/11/2009 por mrgsmiley

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