Mostrando entradas con la etiqueta Critica.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Critica.. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de noviembre de 2012

'La vida de Pi': Jodío Richard Parker


CRÍTICA "EL SEPTIMO ARTE"

Hace ya cerca de un mes que tuve el privilegio de ver 'La vida de Pi', tiempo en teoría más que de sobra para ordenar en mi cabeza todas esas ideas que durante tantos y tantos días se han resistido a ser arrojadas sobre el papel... hasta ahora que el último momento no les ha dejado más opción, a la buena de Dios, y aún a pesar de haber salido de la sala enamorado -jodío Richard Parker- y con ganas de escribir, escribir y escribir todavía un poquito más sobre lo que uno pretendería, en un mundo idílico, fueran algo más que unas palabras como Ang Lee ha hecho del original de Yann Martel algo más que una película. Cualquiera que suela aporrear un teclado o esgrimir un bolígrafo conocerá la sensación, la de tener la cabeza llena de ideas pero sentirse incapaz de darles forma a través de palabras para expresarlas y, de lo que aquí se trata, comunicarlas a los demás. No se trata tanto de un bloqueo como en ocasiones sentir la necesidad, sentirse obligado, a que la calidad de estas palabras le hagan justicia a la que en este caso, y sin duda, es una de las experiencias más gratificantes que nos va a regalar una pantalla de cine en todo el año...

Me he llegado a plantear de mil y unas maneras a lo largo de todos estos días este texto, tantas veces como he sentido el impulso de sentarme a escribir y, de una vez por todas, sacarlo de mi cabeza... complicado, la verdad, porque durante todos estos días he tenido muy presente tanto a Pi como al jodío Richard Parker, quien a la manera de muchas de las creaciones de Pixar -Wall-E a la cabeza- me ha robado un pedacito de ese alma cinéfila que todos llevamos dentro... y mucho me temo que no me lo va a devolver, tanto tiempo después permite asegurarlo una vez la emoción del momento deja paso a un sentimiento ya madurado con el que escribo estas líneas. Espera, un momento, ¿hablamos de mí... o hablamos de 'La vida de Pi'? De ambos: se llama experiencia, una de esas que trascienden de la pantalla para convertirse en una pequeña parte de uno mismo. ¿El viaje de tu vida? Uno de ellos, puede ser; o al menos uno que recordarás y merecerá la pena recordar, posiblemente.

Recuerdo, ya puestos y perfectamente, que en el cartel de 'Forrest Gump', 18 años después y aún por mi cabeza, ponía que "El mundo ya no será el mismo una vez lo hayas visto a través de los ojos de Forrest Gump". Y lo cierto es que razón no le faltaba, pues Robert Zemeckis no sólo nos ofreció una de las mejores y más significativas películas de los años 90, también nos demostró -ya con los efectos digitales- que la tecnología bien usada puede inmiscuirse en la historia sin necesidad de robarle protagonismo a esta, que el arte no estaba tanto en que la historia hiciera lucirse a los efectos como que los efectos hicieran lucirse a la historia. ¿Adivinan hacia donde voy? No es sólo que 'La vida de Pi' sea todo un prodigio visual, también es una producción con mucho más fondo de armario sin dejar de ser una película de un indio en una barca con un tigre, el jodío Richard Parker... tal cual suena, si bien este resumen viene a ser como decir que 'Forrest Gump' va sobre un tío que espera al autobús mientras picotea de una caja dentro de la cual "nunca sabes que te vas a encontrar".

Pi y su compañero de fatigas, el jodío Richard Parker, han llegado... y lo han hecho para quedarse, para aguardar en nuestro interior para que en los próximos años cualquier mínimo estímulo la haga regresar a la primera línea de nuestros pensamientos. La película, por momentos una obra de arte, se presenta como un lienzo en el que Ang Lee ha dibujado una serie de imágenes de portentosa belleza a las que el 3D realza, un empleo del formato como pocos han sabido darle capaz de que durante sus dos horas largas de metraje olvidemos las dichosas (y molestas) gafas. Todo un triunfo de por sí como lo es también que, sin necesidad de hacerle hablar, Lee sea capaz de "humanizar" -pongase entre muchas comillas- a un personaje como el del jodío Richard Parker, todo un prodigio técnico y dramático que brilla con luz propia a través de su relación con debutante Suraj Sharma, excelente protagonista que a la manera del Tom Hanks de 'Naúfrago' (con la que la cinta comparte bastante... a nivel terrenal) sustenta sobre el brillo de sus ojos el peso dramático de todo el relato.

En 'La vida de Pi', por derecho propio una de las mejores películas del año (por más que esa frase este tan gastada que carezca de valor alguno...), encontramos todo aquello que al menos a los ojos de un servidor cabe encontrar en todo GRAN título, escrito en mayúsculas para que se lea incluso a dos metros de distancia del ordenador: es sumamente entretenida, con nuestro interés siempre pendiente de la pantalla; ofrece diversos momentos, detalles e imágenes para atesorar en el recuerdo; permite una doble lectura para darle a la cabeza y tener de qué hablar con el/los acompañantes... y ante todo, posiblemente, que se trata de un filme puede que no único, pero sí muy personal y reconocible. ¿Cuantas historias sobre un indio en una barca con un jodío tigre conocen... que además sean buenas? Sólo por salir airoso de tamaño desafío, sólo por lograr que 'La vida de Pi' sobreviva a lo que podría haber sido un doloroso (y caro) naufragio, la cinta ya se merece un aplauso y la imagen de Chuck Norris con el pulgar levantado certificando un trabajo bien hecho.

Uno se imagina, de la misma manera que un servidor delante del ordenador, a Ang Lee delante del original de Yann Martel preguntándose ¿cómo diantres voy a darle forma a esto? Y ambos por fin le hemos dado salida a nuestra criatura... si bien eso no quiere decir que nos hayamos olvidado de ella, ni mucho menos, porque podría escribir mucho más y bien sobre lo que, como ya digo, para mí es algo más que una película. Espera, un momento, ¿hablamos de mí... o hablamos de 'La vida de Pi'? Sobre ambos. Pero ¿acaso no ya he dicho lo suficiente? ¿acaso hacen falta más grandilocuencia y palabras altisonantes? ¿acaso no corro el riesgo de que mi encarecida recomendación abra paso de par en par al "no es para tanto"? Sea lo que fuera 'La vida de Pi' no deja de ser una película sobre un indio en una barca con un jodío tigre... pero no es el principio de un chiste, no, es más bien el potencial principio de una gran amistad. Y durante todo esto tiempo sólo he tenido claro cuál iba a ser el final de este texto: YO SÍ CREO. Jodío Richard Parker...

Nota: 9.0

Vía El Séptimo Arte | 30 de noviembre de 2012 | Por wanchope

miércoles, 31 de octubre de 2012

'Skyfall': Crítica de El septimo arte.


Renacimiento

En un momento dado de 'El caballero oscuro' el malo de la película le decía al bueno que "lo había cambiado todo, que nada volvería a ser como antes". Y así será por lo menos hasta que otra producción vuelva a golpear el corazón cinéfilo de propios y extraños con tanta contundencia como el citado filme de Nolan, Christopher Nolan. Vale, de acuerdo, Nolan no ha inventado la rueda. Pero en un mundo en el que como decía Max Peltier está ya todo inventado, o al menos lo parece, no es tanto el inventar la rueda como hacerla girar como nadie, o cuanto menos, hacer que así lo parezca. Ese es el verdadero arte, un arte al que Bond, James Bond, ha tenido que dedicarse a lo largo de 50 años para tratar de reinventarse cada x tiempo sin dejar de ser él mismo (con una u otra cara) y adaptarse a los nuevos tiempos, nunca inventando la rueda (que para eso ya la invento a su manera hace 50 años), pero siempre haciéndola girar para que la franquicia, la más larga, rentable y publicitada de la historia (a ver quien NO ve el botellín de Heineken...), pueda decir aquello de que "hasta el infinito y más allá".

Ante todo, la curiosidad: ¿cual es la primera pregunta que me ha hecho todo el mundo al que le he dicho que había visto 'Skyfall'? Pues es esta: ¿qué tal Bardem? 100% de efectividad. Por eso mismo no voy a responderla, porque si tanto es el interés en su persona... las taquillas abren en apenas unas horas (salvo las de los Yelmo, creo). En fin, digo sin decir, ¿y por qué el centro de atención parece ser el malo de la historia en vez de Bond, James Bond? Tal vez porque Bond ya no quiere ser Bond... a pesar de la necesidad imperiosa que tiene de seguir siendo Bond, una especie de duda surgida del en ocasiones terrible o confuso "adaptarse o morir". Y Bond tiene licencia para matar, no para morir. En tiempos, puede ser, el agente 007 tenía poca competencia y el mundo no tenía por qué temer estar en peligro; la guerra fría, entre otras, aportaba un marco inmejorable para que el mundo estuviera siempre dispuesto a ser socorrido por alguien que no tenía miedo a presentarse con su propio nombre, ingenuo de él que no sospechaba que algo como internet, años más tarde, convertiría eso en la mayor temeridad que puede cometer un agente secreto. Google, ese chivato de mie... y sin necesidad de hacerse un perfil en Facebook.

Ahora los tiempos han cambiado, el mundo ha cambiado, el cine ha cambiado... después de Connery vino Roger Moore, quien casi hunde al personaje en la parodia más gruesa, y algo más tarde Pierce Brosnan, cuyas películas puede que no fueran las mejores pero que sí le aporto al personaje, según mi parecer, el mejor y más acertado equilibrio entre el drama, la acción, el humor... y el carisma, con esa sonrisita picarona que haría las delicias de Tony Stark (¿se imaginan un 'Los Vengadores' con James Bond... y Han Solo? Al tiempo, cuando Disney compre la franquicia que le falta...). Entre medias hubo alguno más, cierto... ¿pero para qué seguir con el pasado? Ahora es, en tiempo presente y atención spoiler, Daniel Craig quien porta el esmoquín del agente quien, para los nuevos tiempos, desde Casino Royale a esta Skyfall, ya ha renacido dos veces: a una por cada uno de los citados filmes. Por algo en esta le dice al malo aquello de "mi hobby es renacer". Con Quantum of Solace entre medias, una excelente película de acción (que no una excelente película de Bond), el Bond de Craig evidenció una falta de personalidad que le hizo parecer el auténtico spin off de la saga de Bourne, tirando por tierra en parte lo conseguido por Martin Campbell en Casino Royale, la segunda ocasión en la que este por cierto rescataba a la franquicia (tras GoldenEye). Bond ya no era el maestro, ahora Bond era el alumno.

Después de todo, después de este paréntesis e incertidumbe con los problemas de la MGM y el posterior rescate financiero de Sony incluídos, los productores hicieron algo -muy inteligente- que casi nunca habían hecho para recuperar la credibilidad: contratar a un director que también pudiera ser la estrella, Sam Mendes, nada menos que un ganador del Oscar cuya opinión pudiera contar, y mucho. Y la diferencia, una vez consumada, se nota para bien, de la misma manera que se notó cuando pusieron a Christopher Nolan al frente del nuevo Batman. Porque Mendes sabe hacer (muy) bien su trabajo y, lo que es mejor, sabe cuál es su trabajo: Skyfall no es una película de Sam Mendes, es una película de James Bond que ha dirigido Sam Mendes. Quien sabe sabe, con o sin efectos especiales, y con Mendes la franquicia ha recuperado buena parte de su brillo ofreciendo puede que no una de las mejores cintas de la saga, casi, pero sí una de las más convincentes, satisfactorias y disfrutables. ¿Y eso cómo se come? Ante todo mucha calma: 'Skyfall' es un triunfo enorme, satisface el 90% de las necesidades que cabe exigir y, qué caray, si todos los blockbusters fueran como este... en fin, pues eso, que el recomendable se lo lleva de calle, no lo lamentará ya sea amigo o enemigo del agente predilecto de Inglaterra y escolta personal de la mismísima Reina durante los juegos olímpicos. Sin ser perfecta, sin ser para nada redonda, 'Skyfall' es una notable película de acción... y mejor aún, una notable película de un James Bond que, no obstante, aún sigue buscando su personalidad y su sitio en este mundo moderno en el que las teclas de los ordenadores valen más que los gadgets que se puedan esconder debajo de la manga.

Y esto último es, quizás, unos de los peros que evitan alcanzar el 100% de satisfacción y otorgarle al filme toda nuestra gratitud sin contemplaciones: que aunque sólo sea a ratos, por momentos, Bond ya no parece Bond... e incluso él mismo parece no saber quien es. ¿Renacer? ¿El ave Fénix? Las menciones a Nolan y su Batman por otro lado no son nada fortuitas, pues mucho hay de ambos en este nuevo filme (como algo del Joker hay en el malo que interpreta Bardem). Si en 1977 George Lucas cambió la forma de ver el cine con su 'Star Wars', es indudable que Nolan ha hecho otra tanto con una trilogía que ha revestido de seriedad, dramatismo y profundidad lo que antes era, básicamente, como 'Los Vengadores' de Joss Wheddon: pura diversión. Ni lo uno ni lo otro, Bond parece ahora deambular entre medias sin decantarse por una de las dos opciones, todavía, de ahí que a ratos parezca optar por una y en otros por otra creando un balance inestable que puede descolocar. Craig parece demasiado serio (su forma de correr lo es) y se preocupa de algo más que de su lado bueno ante la cámara, pero tampoco pierde el sentido del humor (ahí estan los innumerables guiños hacia la propia franquicia o la primera aparición de, ejem, si, Bardem). Tampoco es Bourne, del que también sobrevuela la alargada sombra de la que es sin duda la franquicia de acción-acción más influyente del siglo XXI, un déjà ocasional ejemplarizado en un score de Thomas Newman que remite más al trabajo de John Powell que a la característica fanfarría de la saga (que no obstante sigue sonando en algún que otro momento, como ha de ser).

Medio medio, dirían algunos, y un punto medio que no molesta pero enturbia, que no impide que disfrutemos de ella por más que sus defectos, que los tiene, podamos pasarlos por alto al menos en el momento de la proyección, otra cosa es a la hora de echar la vista atrás. Esto, unido a cierta irregularidad habitual por otro lado en la franquicia a lo largo de sus 50 años, a un argumento sustentando peligrosamente en un macguffin que, una vez visto en su conjunto, resulta tremendamente estúpido (por cuanto se trata más de marear la perdiz que de contar una historia que se alarga hasta 140 y excesivos minutos) y a una serie de necesidades y obligaciones narrativas que, con calzador, se impone una cinta que bien pueda servir de transición (o de precuela... y de nuevo me muerdo la lengua, una vez vista en su conjunto), como si la buena, como si el James Bond de verdad fuera a llegar en la siguiente, como si esta fuera algo así como el James Bond Begins... ¿de Mendes? ¿Requiere que diga de algo más? Perdonen si soy parco en palabras o si sobre todo no entro a machete a diseccionar la cinta... primero, porque corren el riesgo de leer algo que no quiero escribir; y segundo, y más importante, porque baste decir que la cinta merece la pena, y como todo filme que merece la pena... mejor descubrirlo por uno mismo. Y si la sensación que les queda durante esta llamada crítica, dirán algunos, es de relativa insatisfacción, bienvenidos al mundo de Skyfall en donde parece que se cuenta mucho... pero se cuenta poco, y en donde lo dicho, parece que se está haciendo tiempo para cuando toque hacer la de verdad. Menos mal que, por lo menos, se han preocupado de hacer la espera muy entretenida... y de contratar a Mendes, también.

Nota: 7.5

Por Juan Pairet Iglesias

Vía El Séptimo Arte | 31 de octubre de 2012 | Por elseptimoarte

sábado, 13 de octubre de 2012

'Frankenweenie': Tim Burton resucita su alma


Tim Burton recupera buena parte de ese alma que se dejó en el País de las Maravillas o en la fábrica de Charlie Wonka gracias a la que es más una versión extendida que una adaptación del cortometraje que impulsó su carrera, 'Frankenweenie' (o 'Frankilini' como le gusta decir a mi sobrino), un particular y velado homenaje al 'Frankenstein' de Mary W. Shelley que, en su salto de los 30 a los 90 minutos de metraje y de la imagen real a la animación stop motion, gana en gracia y encanto a la par que amplia su cobertura referencialista a buena parte del cine fantástico y de terror que sin duda le marcó como persona y cineasta (ahí está el cameo "televisivo" de Christopher Lee como el 'Drácula' de Terence Fisher). Una especie de vuelta a sus raíces con la que reencontrarse de nuevo con el mundo del autor de 'Eduardo Manostijeras', ese que ha sabido sacar de él al cineasta y no sólo al director de arte.

La de vueltas que da la vida. Allá por el año 1984 Tim Burton fue despedido de la Disney por "despilfarrar" recursos y dinero del estudio en 'Frankenweenie', un cortometraje de 25 minutos de duración que debía de haber precedido a la reposición de 'Pinocho' estrenada en aquel año, y que los directivos de la compañía consideraron inapropiado, por ser demasiado adulto y "aterrador", para ese público familiar con el que el logo de la Disney se ha hecho grande. Casi 30 años después es la misma compañía la que respalda su versión extendida y para la gran pantalla, y además permitiendo que Burton, que ya no es precisamente el don nadie que como todos era en un principio, la ruede como ya le hubiera gustado rodar el cortometraje en los años ochenta, mediante animación stop motion, una idea que descartó no obstante por cuestiones logísticas y sin que mediase coacción alguna (que sepamos nosotros, claro).

Es evidente que Tim Burton ya no es aquel novato que escribió y dirigió aquel cortometraje, tan apreciable e imperfecto como prometedor, y concebido como un evidente homenaje más que como una ópera prima. De la misma manera resulta no menos evidente que sus últimas películas, gusten más o menos, carecen de alma... y de una verdadera personalidad que trascienda más allá de la puesta en escena y el aspecto visual, algo de lo que su cine se ha resentido en mayor o menor medida desde, prácticamente, la que hasta ahora era la última verdadera obra burtoniana, 'Sleepy Hollow', y todo ello a pesar de las notables virtudes de 'Big Fish' o 'Sweeney Todd', o en menor medida, de 'La novia cadáver', títulos más que apreciables visualizados a través de los ojos de Tim Burton... pero sin por ello ser 100% de Tim Burton como sí lo es, rotundamente, este 'Frankenweenie', una producción en la que Tim Burton se ha volcado en cuerpo y alma... y no sólo en cuerpo, recuperando su mejor y más personal versión original aunque sea costa de copiarse a sí mismo.

Y es que 'Frankenweenie' luce, y muy bien gracias a una animación y trabajo de fotografía sencillamente sensacionales, como el proyecto personal que es, y de la misma manera que lucen los mejores trabajos de Burton, no por casualidad los más personales. 'Bitelchús', 'Eduardo Manostijeras', 'Ed Wood', la magistral 'Pesadilla antes de Navidad'... e incluso 'Batman', en todas ellas podemos encontrar la misma pureza y sinceridad creativa, la de quien trabaja por cuenta propia y no como un trabajador por cuenta ajena. Con 'Frankenweenie', pues, se recupera a ese mismo autor fundamental de principio de los 90, de aquel autor -léase "director personal e intransferible"- al que Hollywood no entendía pero sí respetaba. Burton se auto-homenajea con este 'reboot' de un original suyo, una especie de 'remake' que calca gran parte de su puesta en escena y con el que Burton, libre de las crueles restricciones de la imagen real... y de trabajar con Johnny Depp, quien sabe si también, parece volver a sentirse como en casa, en su mundo.

Curiosamente esta versión extendida, con la que también recuperamos a la mejor versión del compositor Danny Elfman quien ofrece, directamente, uno de sus mejores trabajos, también se caracteriza por ser lo mismo que los ejecutivos de la Disney le echaron en cara al cortometraje en los años ochenta, una producción más para un público entendido en la materia que no para el público eminentemente familiar que tanto bien suele hacer por las arcas del estudio. Una producción no necesariamente adulta ni madura por más que lidie con temas como la muerte con descaro pero sí, como ya lo eran las anteriores incursiones de Burton en la animación, de una belleza plástica y un contenido moral que excede los límites de los convencionalismos habituales en la materia, escenificado todo ello en un diseño de producción muy propio de la pluma de Burton en donde no cuesta encontrar similitudes con su obra anterior, ya sea en el diseño o a nivel conceptual.

No vamos a presentar ahora a Tim Burton... ni falta que hace. Y para cualquiera que guste de su cine, especialmente de aquel que le dió un nombre, con 'Frankilini' (o 'Frankenweenie' como le gusta decir a Burton) se volverá a reencontrar con este cineasta un tanto engullido por la industria en los últimos años, necesitado de un proyecto auténticamente personal como este para volver a sacarle brillo a su firma. Si acaso Burton, a la hora de recuperar su alma y por culpa de la experiencia de la que en su momento carecía, paga el precio a través de una puesta en escena que de tan exquisita resulta un tanto impuesta, carente de la ingenuidad del autor que aún se busca a sí mismo y regalándonos una obra, sumamente apreciable, que subraya lo que ya estaba escrito sin escribir nada nuevo, lo que resta buena parte de magia y, sobre todo, espontaneidad a este, sin embargo, delicioso cuento para los adultos que no lo son tanto con el que regresar al universo de un autor que, de nuevo, se ha ganado el derecho a ser considerado como tal.

Vía El Séptimo Arte | 10 de octubre de 2012 | Por wanchope

Frankenweenie - Trailer final en español por TrailersyEstrenos

viernes, 10 de agosto de 2012

'Rock of Ages (La era del Rock)': ¡Larga vida al rock 'n' roll!


La historia que presenta 'Rock of Ages (La Era del Rock)', si es que merece la pena hacerse eco de ella, viene a ser la misma mil veces vista de una joven que llega a la gran ciudad con ganas de triunfar en el mundo de la música y hacer su sueño realidad, romance incluido por el camino con otro diamante en bruto como ella, y que el personaje de Alec Baldwin perfila en apenas tres o cuatro frases breves nada más comenzar la sesión lamentándose, en última estancia y ya algo más avanzado el metraje, de que ninguno de los camareros de su local tenga un interés meramente hostelero, prueba palpable del (buen) humor de la cinta. Lo dicho, ¿merece la pena? O mejor dicho, ¿importa cuando a la propia película es a la que menos le importa? Su cartel lo dice todo (aunque sea en ese extraño idioma que para muchos es el inglés): Nada más que un buen momento (Nothin' But a Good Time). Y eso es lo que ofrece 'Rock of Ages (La Era del Rock)', un buen momento que se extiende a lo largo de dos horas en la pantalla (y quien sabe cuánto más retumbando en la cabeza).

Hay películas que resulta un tanto complicado tratar de encajar dentro de una escala tradicional que oscile entre el bien y el mal, como si los números y quién los respalda, las matemáticas, se bastasen solos para dar con una verdadera respuesta convincente. Y a bote pronto, si yo mismo me leyera sin tener ni pajolera idea de que es lo que pretendo decir a continuación, diría que quien escribe estas líneas pretende defender una mala película en base a lo mucho que ha disfrutado con ella. Ya se sabe, si alguien empieza una conversación diciendo algo del estilo a "No pretendo ofender pero...", lo más razonable es pensar que en realidad es más bien todo lo contrario. Pero no, aunque podría no voy a caer en la tentación de decir que 'Rock of Ages (La Era del Rock)' es una mala película porque no lo es, básicamente, si bien por el otro extremo no es tan buena como puede llegar a disfrutarse, que es bastante (por no decir mucho). Entonces, ¿en qué quedamos? Lo dicho, no es tanto una cuestión del bien o del mal, sino de escabullirnos por la tangente para comprobar cuanto estamos dispuestos a disfrutar de una producción que es sin disimulo alguno pura diversión rock, y que así es como cabe interpretarla... sin más.

'Rock of Ages (La Era del Rock)', como reza su cartel, es ante todo una cinta por y para el público afín a los acordes de su música cuya intención, más allá de valer como vibrante homenaje para todos los públicos a una época, a una generación y a un tipo de música, el rock, es hacerle pasar a la audiencia un buen rato a través de una banda sonora y unos números musicales capaces de tapar las posibles carencias de una cinta que, sin la presencia de estas notas las cosas como son, si es cierto que tendría más bien pocos argumentos a los que agarrarse (dejando al margen, siempre y por supuesto, a un reparto sensacional y en el que destaca, ejem, "el puto amo"). En ese sentido, habida cuenta de que en torno al 80% de sus dos horas de duración son cantadas, el símil más cercano que podemos aplicarle no cabe encontrarlo en una pantalla de cine. Asistir al visionado de 'Rock of Ages (La Era del Rock)' viene a ser como asistir a un concierto, si se quiere ver así (que lo aconsejo), y las sensaciones que de ello se pueden derivar vienen a ser más o menos las mismas, salvando las distancias respecto a un auténtico directo (donde todo tipo de sustancias pueden agredirte), pero siempre incluyendo lo más importante: esa inercia inconsciente que nos puede hacer descubrirnos de pronto moviendo algo más que el culo sobre la butaca (y si no hubiera dejado de fumar en su momento, quién sabe si hasta iluminando la sala con un mechero).

Ya lo he dicho, pero lo vuelvo a decir para que conste en acta (una vez más): 'Rock of Ages (La era del Rock)' es, ante todo, pura diversión. Y como también he dicho al principio, no por ello tenemos por qué defenderla (o atacarla) en base a lo buena (o mala) que puede llegar a ser, cuestión un tanto irrelevante cuando esto nunca ha sido un objetivo al que apuntar y que, llegado el caso, carece de relevancia. Depende más de cada cual cuanto quiera una vez aceptado barco como animal de compañía, condición esencial, que esta experiencia le pueda ser amargada. Sin ir más lejos habrá quien se pueda dejar llevar por los prejuicios hacia Tom Cruise, sensacional como Stace Jaxx, de la misma manera que yo hubiera podido hacer lo propio con los míos hacia Russell Brand quien, sin embargo y al igual que el resto de secundarios, llámese Alec Baldwin, Malin Akerman o Paul Giamatti (lástima que este y Bryan Cranston no se animen a cantar), destacan en los momentos que la cinta les tiene reservados ya sea con o sin música en el aire (si bien la pareja protagonista resulta algo más sosa). Qué se le va a hacer, siempre habrá quien no sepa ni con qué mano se la agarra para mear.

Porque siempre podremos quejarnos porque está de moda quejarse; siempre podremos encontrar argumentos con los que meter la paja en ojo ajeno; siempre podremos lamentarnos de que nuestro artista favorito haya dejado de tocar una de las tantas canciones que nos gustan. 'Rock of Ages (La era del Rock)' es alegre, divertida, vibrante y muy entretenida. No es una producción perfecta, ni mucho menos, y dentro del género ante el que tiene que rendir cuentas, el musical, no aporta nada que merezca ocupar más de una página en alguno de los libros que podemos encontrar en 8½ como tampoco lo hacía, sin ir más lejos, 'Hairspray', el anterior musical perpetrado por el mismo director que de la misma forma que este regala el momento, que no es poco, y un más que grato recuerdo. Además, con suerte (o sin ella) descubriremos la que puede ser la banda sonora de nuestra vida durante los días posteriores a su visionado, queramos o no, transformado en un sonido recurrente en nuestra cabeza que nos alegre los puntos muertos que nos ofrece el día a día. Paz, amor y buen rollo, una de las opciones más refrescantes que ofrecerá esta calenturienta temporada estival. ¡Larga vida al rock 'n' roll!

Nota: 6.75

por Juan Pairet Iglesias

El Séptimo Arte | 9 de agosto de 2012 | Por wanchope
.

viernes, 3 de agosto de 2012

'Prometheus': Creacionismo para no-creyentes


Breve repaso de un mito cinematográfico: 1979, con un solo largometraje en su haber, y todavía bajo la sombra del todopoderoso Roger Corman, Ridley Scott presenta una película que, al igual que algún otro gran logro en su posteriormente longeva carrera (y es importante recordarlo), contó con el menosprecio generalizado de la comunidad cinéfila. Su famoso ''octavo pasajero'' tardó en consolidarse en el sitio dentro de la historia del celuloide que debió corresponderle desde el mismo momento de su estreno, pero la cada vez más perceptible aceptación -y posterior amor incondicional- del gran público para con las babas alienígenas y la sangre ácida hicieron posible la reaparición de la Teniente Ripley, siete años terrícolas después.

A partir de ahí, la sufrida heroína por accidente vivió distintos episodios (más o menos delirantes, pero todos disfrutables en cierta medida) de amor-odio con la misteriosa y letal criatura del espacio exterior que marcaría su vida. Al final del trayecto (y sin contar las batallitas contra los Depredadores), el recuento de directores que habían pasado por el universo Alien (se encargarían de las sucesivas secuelas James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet, casi nada) haría paralizar por la envidia a la mayoría de sagas cinematográficas... pero en un rincón quedó el pionero Ridley Scott, quien no logró entender cómo nadie se tomó la molestia de profundizar en la escena más inquietante -por enigmática- planteada en la primera entrega de la franquicia.

Hablamos obviamente del ''space-jockey'', cuerpo humanoide gigante fosilizado en lo que parecía ser un puente de mando, cuyo hallazgo quedó eclipsado por la terrorífica irrupción de un organismo poco amistoso. Por mucho que la memoria se olvidara -muy injustamente- de aquel episodio, nada le quitó la razón a Mr. Scott. Sabe él mejor que nadie que ahora mismo, quedan muchas preguntas a las que contestar. Es por esto que sorprende el hecho que para buscar respuestas se haya asociado con Damon Lindelof, uno de los principales artífices de 'Perdidos', la que -por mucho que les duela a algunos- sigue siendo, de principio a fin, la serie televisiva más influyente de nuestros tiempos. Lo cual no quita que para encumbrarse hasta el Olimpo de la pequeña (?) pantalla se echara mano constantemente de aquella táctica que tan de los nervios llegó a poner sobre todo a los más curiosos. Esto es, solucionar un enigma... mientras se plantean otros cuatro.

Es por esto que tener una charla directa con Lindelof debe ser una de las experiencias más frustrantes que puedan llegar a imaginarse. ''¿Cómo se llama usted?'' ''Damon... por cierto, su tatarabuelo me manda recuerdos para usted.'' ''Pero esto es imposible, mi tatarabuelo murió veinte años de que yo naciera. ¡Jamás le conocí!'' ''Por esto último no sufra, pues va a tener la oportunidad de saludarle... la semana que viene. Hasta entonces.'' Siete días más tarde, el esperado encuentro se da, pero el bueno de Damon ha aparecido a la cita con un coche volador alimentado por la energía de la fusión fría, lo cual obviamente alimenta las ganas de saber más sobre el personaje en cuestión, pero el cacao mental a estas alturas ya supera al causado por haberse zambullido en el estudio de todos lo árboles genealógicos de la Tierra Media de Tolkien.

'Prometheus', esperadísimo regreso a la sci-fi por parte de Ridley Scott, no escapa -ni lo pretende- del toque Lindelof, siendo su multitud de frentes abiertos una muy atractiva puerta de entrada hacia lo que es un nuevo camino que de momento ha empezado muy bien. En este sentido, debe entenderse la apriorística -y autoinducida- crisis de identidad (¿es una precuela?, ¿es un reboot?, ¿es un apunte de pie de página dentro del mundo 'Alien'?) del filme como una astuta táctica de marketing que, unida a la excelente promoción viral (volviendo a la Isla, la marca J.J. Abrams en este apartado es innegable), ha servido para que la expectación a su alrededor haya crecido, a lo largo de su gestación, de forma exponencial. Buena noticia para la vida comercial de una propuesta que, pensando a lo grande, debe alargarse durante años... no tan buena por el forjamiento de aquella peligrosísima arma de doble filo que es el hype.

Altísimas expectativas a parte, y si uno sabe sobreponerse al cabreo fruto de salir de la sala de cine sin todas las respuestas en nuestro haber (algo que por otra jamás se nos prometió, que quede claro), conjunto de circunstancias que pueden llevar a la incomprensión, incluso maltrato de la película por parte de la audiencia (una vez más, ¿se acuerdan de cómo se recibió a 'Alien'? ¿Y a 'Blade Runner'? Conviene tenerlo en mente), lo cierto es que 'Prometheus' es una más que bienvenida expedición que ha aterrizado -por fin- a nuestras salas de cine, al ser ésta un muy buen ejemplo de cómo debe ensamblarse correctamente esta tan apetecible pero a menudo demasiado infumable mezcla entre ciencia-ficción y terror.

Desde sus primeras tomas aéreas, lo nuevo de Ridley Scott muestra todo su potencial, y éste no tarda en materializar las mejores sospechas. Imágenes poderosas, impresionantes efectos visuales, un brillante diseño de producción, un -atención- excelente aprovechamiento de la tecnología 3D... 'Prometheus' es en efecto una película impecable desde el punto de vista técnico. La siguiente pregunta que cabe plantearse es, ¿hay algo más allá del envoltorio? Sí, al ser éste un escenario al que se nota que el director británico le tenía muchas ganas; un terreno que deseaba volver a pisar... y explorar. Porque a estas alturas, no importa las veces que se nos haya dicho desde más arriba que 'Prometheus' es una pieza independiente con respecto a toda la maquinaria 'Alien' (y de hecho, así es), pero los puntos comunes con la legendaria saga son más que reconocibles.

A falta de Sigourney Weaver, buena es Noomi Rapace en el papel de guerrera intergaláctica; a falta de Ian Holm / Lance Henriksen / Winona Rider, bueno -por no decir genial- es Michael Fassbender encarnando al droide de rigor, en este caso fascinado por Peter ''Lawrence de Arabia'' O’Toole; a falta de la Nostromo, buena es la impresionante nave que ahora da título a la cinta... La lista sigue con el planetoide LV-426, Weyland Industries, la voz en off que da cierre a la aventura y otros muchos referentes guiños auto referenciales más o menos reconocibles que ayudan a crear una atmósfera familiar para los fans de 'Alien' (y nunca hostil para los no iniciados) y para que el autor formule un nuevo relato, empezando de cero, que ayude a satisfacer tanto al inventor de nuevos mundos como al filósofo que lleva dentro.

Esta conjunción de inquietudes, siempre bien compensadas en el constante juego de contrapesos planteado por Scott, retoma clásicos del género como la magistral '2001: Una odisea en el espacio', o incluso la más reciente e injustamente machacada 'Misión a Marte' de De Palma para reflexionar sobre el origen de la vida en nuestro planeta. Hasta aquí la punta del iceberg. Un poco más al fondo está el auténtico meollo, encarnado en el personaje de la Dra. Elizabeth Shaw, definida por una en principio imposible mezcla de fe absoluta tanto hacia la ciencia como hacia lo religioso. Acompañándola está un misterioso viajante sintético, cuya relación con sus creadores esconde también buena parte de las claves para comprender el mensaje del conjunto.

Al igual que el titán de la mitología griega que robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los hombres, 'Prometheus' actúa de mediador entre el origen y el fin; entre el inventor y el invento; entre la divinidad y su creación, reflexionando con lucidez, y sí, planteando muchas preguntas, única actitud comprensible cuando se levanta la vista y se mira hacia las estrellas. La mejor noticia es que la ambición no ahoga al producto, ni las lagunas del guión, quedando al final producto igualmente disfrutable tanto para los que van al cine a darle a la mollera, como para los que buscan emociones fuertes. Sí, si es receptivo, el cerebro estará dándole vueltas al asunto durante tiempo... y el sistema nervioso se estremecerá más de una vez con esta pesadilla lovecraftiana (estupendo el aprovechamiento de la obra de H. R. Giger, y más que servido el morbo con respecto al proyecto de Guillermo Del Toro para adaptar 'En las montañas de la locura') con pinceladas del mejor body-horror ideales para que vengan a la memoria recuerdos de 'La cosa (El enigma de otro mundo)'. Con tanto material sobre la mesa expuesto de forma tan fascinante, es muy difícil volver de esta aventura con mal sabor en la boca... y más difícil será aguantar la espera hasta la próxima entrega.

Nota: 7 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

Vía El Séptimo Arte | 2 de agosto de 2012 | Por reporter

martes, 24 de julio de 2012

'El caballero oscuro: La leyenda renace': Critica de "El Septimo Arte"


'El caballero oscuro: La leyenda renace': Grande Nolan, muy grande

Por primera vez desde que tengo la oportunidad de asistir habitualmente a sus pases de prensa, Warner Bros. nos ha rogado explícitamente y por escrito a todos los presentes no revelar datos importantes de la PELÍCULA para salvaguardar la expectación de los espectadores, algo que trato de respetar escrupulosamente con cualquier película... pero que con ésta voy a respetar más si cabe aún, si bien por varios motivos especialmente por uno: porque en esta ocasión las respuestas que podría ofrecer a todas las preguntas se resumen en una sola, la única que realmente cabe ofrecer que pueda decir más que suficiente sin decir nada más de lo necesario a todo aquel que quiera saber lo justo: un sí bien grande. Sí, Nolan lo ha vuelto a hacer, y con ello se ha ganado el cielo cinematográfico, si es que no lo había hecho ya, confirmando su trilogía sobre Batman como una de las mejores y más completas trilogías de la historia del cine. Y a buen entendedor todo lo que hay tras el salto le debería de sobrar...

Escribo estas líneas apenas unas horas después de haber visto 'El caballero oscuro: La leyenda renace', cuando aún estoy bajo los efectos no reposados de la emoción que deriva de un primer visionado, y sin darle muchas vueltas ni a lo escrito ni a la opinión que pueda reflejar mis palabras. Los pensamientos se agolpan en mi cabeza sin saber muy bien cómo darles rienda suelta de la forma más oportuna, sin saber muy bien cómo plasmarlos en palabras, o siquiera si muchos de ellos merecen ser tenidos en alguna consideración. Lo único que sé es que quiero extraerlos de mi cabeza, que si no lo hago esta noche no podré dormir sea cual sea el resultado, que la sensación de ¿y ahora qué? una vez sales del cine tiene que ser dejada atrás. Por un lado son tremendas las ganas de escribir sobre cualquier cosa relacionada con ella, de comentar el millar o más de detalles que podemos encontrar en ella; pero tan grandes son estas ganas como la cautela por no desvelar ningún detalle de más de una producción esperada como pocas, y de la que si yo fuera quien está leyendo "a ese cabrón" que la ha visto un par de días antes no querría saber más que dónde y cuándo la podría ver yo. En realidad lo único importante de una película que es tan grande como para serlo aún más una vez se tiene la posibilidad de comentarla con otra persona.

Ni soy lo que se dice un gran fan ni me he comido los muñones durante la que se ha hecho una larguísima espera, pero he de reconocer que esta noche he dormido inquieto, nervioso, como un niño duerme la noche de Reyes pensando en la mañana siguiente, en el día en que iba a ver 'El caballero oscuro: La leyenda renace'. No todo los días se acude a una proyección tan emocionado, no todos los días se acude a un pase con tan buenas expectativas, y no todos los días se acude a cubrir el expediente con tanto gusto, aunque luego a la hora de enfrentarse a solas al papel uno se sienta obligado de rendir tributo con un trabajo que esté a la altura, sensación que en muchas ocasiones cae de lleno en la frustración de que una imagen vale más que mil palabras, y una emoción más que cualquier crítica del mundo. Y tampoco todos los días se aplaude al final de un pase de prensa, gesto que de por sí sólo define el éxito del trabajo de Chris Nolan, quien todo hay que decirlo ha puesto el listón tan alto como se lo puso Pixar con otra excelente demostración de que el tres no tiene por qué ser sólo cosa de números. ¿Pueden estar un grupo de más de cien llamados críticos equivocados?

Sí, lo cierto es que parafraseando a su título la leyenda de 'El caballero oscuro' renace con este tercer capítulo que, para dejar a todos contentos, no voy a decir que sea ni mejor ni peor que los dos que le preceden... pudiendo encontrar argumentos que puedan fundamentar el orden entre ellas que le plazca a cualquiera. ¿Importa? Lo mejor, lo más correcto y lo más cierto, desde mi punto de vista, es decir que este tercer título viene a redondear lo que Nolan empezó en 2005, y que ya sospechábamos en 2008: que su Batman es una de las mejores trilogías de la historia del cine donde cada título vale tanto por separado como en conjunto con el resto de títulos de la franquicia, y además mucho, e independientemente de su género, raza o condición. Uno tiene ahora la certeza que se hablará de esta franquicia dentro de 30 años como se habla hoy en día de la trilogía de Indiana Jones, por ejemplo. Tanto da que uno se decante por una de las tres, tanto da que uno encuentre más argumentos en favor de una de ellas; esto no convertirá en peor a la que salga perdiendo... tan sólo hará mejor si cabe a la ganadora, pues cualquiera de ellas y más allá de nuestras preferencias están moldeadas con la mano maestra del buen cine, del que puede levantar tantas pasiones como "la Roja".

'Batman Begins' puede que sea la más redonda y en 'El caballero oscuro' tengamos al mejor villano... ¿significa esto que Bane, por ejemplo, no es un digno villano para el protagonista? Para nada, y de hecho Bane viene a ser una especie de Joker con esteroides, alguien cuya presencia aún da más miedo que la de Jason Statham con cara de mala leche. Con esta tercera Nolan realiza una apuesta aún más grande, y el triunfo sólo se puede catalogar en la misma proporción: enorme. Porque hablamos de un título que al igual que portar la máscara de un superhéroe conllevaba un riesgo tan alto como la exigencia que demandaba. No era tarea fácil superar la memoria de los títulos previos, y menos aún hacerlo encima a lo largo de 165 minutos de metraje, que se dicen pronto, aunque no se pasen tan pronto (en el buen sentido de la palabra, el de quien por ejemplo se ve un maratón de una serie, episodio tras episodio, porque simplemente no quiere parar). Pero Nolan lo ha hecho, nos ha ofrecido un filme que cuanto menos podemos considerar tan bueno como los dos que le preceden y que extiende su poderío a lo largo de 165 minutos que apenas ofrecen tregua o bajón de cualquier tipo. O puede que no sea tan bueno... o puede que lo sea aún más. O puede que simplemente sea una emoción, y que como emoción uno termine los 165 minutos de metraje literalmente embriagado de amor, con el entusiasmo de quien no necesita pensar aquello que sabe que ha sido grande por encima de cualquier pensamiento racional.

En una palabra, el corazón por encima de la cabeza... bueno, en alguna más. ¿Significa esto que 'El caballero oscuro: La leyenda renace' es una película perfecta? No. Significa que es tan grande la satisfacción que produce que podemos desechar todo lo malo como si no importara... porque realmente no importa y su alcance es tan nimio que incluso hacerlo prevalecer puede resulta ofensivo, de ahí que me calle sus posibles imperfecciones que, lo dicho, las hay. Lo importante es que la cinta funciona, y funciona a la manera que cabe esperar una vez se ha visto 'Batman Begins' y 'El caballero oscuro'; o lo que es lo mismo, que funciona muy bien como una de las mejores experiencias cinematográficas del año, como uno de los visionados más recomendables a ser posible en la pantalla más grande que se tenga a mano, y como un broche de oro al arco dramático formado por esta ya trilogía a inscribir en un hueco de honor de cualquier antología. Con un aspecto visual y técnico excelente, con un villano a la altura y aún más si cabe cuya presencia es irresistible, con una nueva banda sonora de Hans Zimmer que retumbará por nuestras cabezas horas después... en fin, que hablamos de una película de Christopher Nolan, un Chris Nolan que lo dicho en la introducción, se ha ganado el cielo. Porque hoy por hoy decir una película de Christopher Nolan es una de las mejores cosas que se pueden decir de una película.

Gracias Chris, de verdad, gracias por hacer que una entrada de cine, con o sin ese IVA que amenazan en convertir en pornográfico, merezca ser pagada. Con películas como 'El caballero oscuro: La leyenda renace' da gusto amar el cine, y mejor aún, dejarse llevar por las emociones que se desprenden de ese amor. No se la pierdan... y no es una orden, sólo una advertencia para que el día de mañana no lo lamenten de la misma manera que hay quien lamenta la oportunidad perdida de no haber visto 'Batman Begins' en el cine.

Nota: 9

Por Juan Pairet Iglesias
Vía El Séptimo Arte 

lunes, 13 de febrero de 2012

 'War Horse (Caballo de batalla)': Spielberg, el cineasta indomable

Tanto sus fans como sus detractores están de enhorabuena: de igual manera que 'Millennium' es de principio a fin una película de David Fincher, 'War Horse (Caballo de batalla)' es una película de Steven Spielberg durante todos sus fotogramas, a muchísima honra y aun más orgullo, así que unos y otros encontrarán en ella los argumentos suficientes como para seguir defendiendo cada uno sus respectivas posiciones. Dicho esto, que es como hablar por hablar sin haber dicho nada realmente, 'War Horse (Caballo de batalla)' es evidentemente uno de esos filmes que se definen a través de la personalidad de su realizador, un cineasta al que ya gusten más o menos sus películas cabe reconocerle el mérito de saber filmar como pocos, y de poseer ese don innato que sólo poseen los grandes cineastas para convertir cualquier relato en una producción dignísima aunque para ello, al igual que Joey, convenga mirar más bien sólo hacia delante.


El cine, básicamente, consiste en manipular tanto las emociones como los sentimientos del espectador, por lo que la tarea y responsabilidad de todo realizador es coger por donde pueda al espectador para situarle allí donde proceda cual marioneta. Y eso es algo que Steven Spielberg sabe hacer como nadie con una facilidad, emotividad e instinto encomiables, y además cogiendo en no pocas ocasiones a sus víctimas por el gaznate para que así estas no tengan tiempo ni de gritar. Es precisamente su estilizada franqueza a la hora de exponer los sentimientos más elementales y decididamente inocentes, su habitual falta de cinismo que en función con el prisma que se le mire (o en función del estado de ánimo) tiende a confundir sentimentalismo con sentimentaloide, lo que más recelos despierta entre los abyectos detractores del que sin duda es el director más importante del cine moderno, muy por encima de otros grandes nombres como los de Christopher Nolan, James Cameron, David Fincher o Quentin Tarantino, por citar algunos de los que cabría tener en consideración de cara a una lista con los diez o veinte realizadores más influyentes de los últimos años.

Con 'War Horse (Caballo de batalla)' Spielberg demuestra lo que ya demostrase con 'Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio' hace un par de meses, que tras más de 40 años desde su simbólico debut en la gran pantalla de algunos barrios con la notable 'El diablo sobre ruedas' sigue en plena forma y dispuesto a seguir dando guerra, nunca mejor dicho, fiel a sí mismo y de igual manera que otros supervivientes inmortales, caso de Martin Scorsese, más prestigiosos aun por debajo del indudable calado popular del director de 'Parque Jurásico' cuyo nombre en un cartel sería capaz de hasta vender un helado de lentejas. Sí, soy fan del director norteamericano, lo admito abiertamente y aun a pesar de algún traspiés como el de 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal' del que, no obstante, no hay que olvidar que venía precedido de tres de los títulos que más a fuego han quedado marcados en la conciencia cinéfila, sin ir más lejos. Aunque no, si bien 'War Horse (Caballo de batalla)' reúne todos los ingredientes del saber hacer de Spielberg no alcanza el nivel de maestría de sus mejores filmes por más que esté tan sólo uno o dos peldaños por debajo, lo que no quita para que sus más de dos horas sean una gozada emocional, sonora y visual.

Siendo Spielberg quien mueve los hilos de esta adaptación de la novela juvenil británica de Michael Morpurgo, adaptada con éxito a una obra de teatro -dicen- que excelente (y que comparte el gusto de Spielberg por envidriecer los ojos de sus espectadores), es extremadamente fácil situarla en un punto intermedio entre dos antecedentes morales tan evidentes y populares como serían 'Salvar al soldado Ryan' y 'E.T. El extraterrestre', si bien su tono cercano a ese realismo mágico de los cuentos apto para todas las edades rebaje su grado de violencia explícita, que no por ello la implícita de un relato siempre elegante que no necesita mostrar sangre para poner de manifiesto la crudeza del conflicto en el que se desarrolla (sirva de ejemplo ese magnífico -y desgarrador- plano de las aspas de un molino tapando un "acto de guerra"). Tras una media hora inicial enfocada a tomarle cariño al equino, y que perfectamente podría enmarcarse dentro de los límites -sin sobrepasarlos- de una producción 100% Disney, quien no se haya atragantado con tanta zoofilia emocional de trago grueso (e ingenuo) asistirá a un encadenado de una serie de capítulos protagonizados por alguna que otra cara familiar en los que veremos como Joey, de igual manera que hacia Forrest "corre" Gump, sobrevivirá a base de tesón, suerte y valentía gracias a su voluntad por reencontrarse con su amigo mientras a su alrededor se libra la guerra más cruenta de cuantas el hombre había conocido (hasta la fecha).



Dicho así su argumento suena algo ridículo, lo sé, máxime ante la duda de cómo es posible que un caballo asuma el protagonismo de una producción épica sin recurrir al recurso de otorgarle el don del habla. Y esa es otra de las grandezas que hacen de Spielberg uno de los grandes, uno de esos realizadores capaces de rodar cualquier cosa de tal manera que rezume dignidad por los cuatro costados, tanto los momentos complicados como los más simples sin perder casi nunca la compostura (salgo algún exceso acaramelado marca de la casa). Pero de igual manera que Spielberg no sería Spielberg sin su subrayado emocional nada discreto a la hora de rematar la función (sirva de ejemplo el epílogo de 'A.I.'), Spielberg no sería lo mismo sin los aportes de sus habituales colaboradores entre los que cabe destacar aquellos dos cuyo trabajo más y mejor luce en pantalla, en el caso de 'War Horse (Caballo de batalla)' además de forma magistral en ambos casos. Nos referimos, por supuesto, a ese mago de la música que es John Williams cuya partitura, que un servidor no se cansa de escuchar una y otra vez, es simplemente MAGISTRAL dicho sea con mayúscula, para que quede claro, mientras que el trabajo de Janusz Kaminski, lejos de los excesos habituales en él, otorga al filme un look primoroso que como se suele decir demanda bastantes más pulgadas de las que podemos encontrar en cualquier hogar. ¿Y qué decir de ese sonido capaz de hacer retumbar toda una sala al son atronador de la carga de la caballería?

'War Horse (Caballo de batalla)', como se suele decir, es un dulce envenenado cuya extra de azúcar puede causar estragos, sí, aunque uno no tiene por qué dejarse llevar por la amargura de su día a día. Un retrato amable, bienintencionado y siempre esperanzador hasta en los peores momentos de una época turbia cuya elemental y muy elegante narrativa se muestra con la belleza del envoltorio tan rotundo que un cineasta de la categoría de Spielberg es capaz de dotarle a cualquier producción. Curiosamente, 'War Horse (Caballo de batalla)' vendría a ser el mejor homenaje al cine clásico que hemos tenido el placer de encontrarnos en mucho tiempo, en particular a ese idolatrado John Ford del que tan buena nota ha sabido tomar siempre, un filme con entidad propia que a diferencia de lo que sucede con 'The Artist' o 'La invención de Hugo' sabe hacer de su homenaje algo intrínseco a su narrativa sin permitir que este interfiera, estorbe o justifique su propia naturaleza. Y ese detalle en particular resume la maestría de Spielberg, un cineasta que aprendió de los del ayer para enseñar a los del mañana, aunque parece que hoy hay quien espera a que muera para abrir los ojos. En fin...

Vía El Séptimo Arte | 9 de febrero de 2012 | Por wanchope
.