lunes, 28 de octubre de 2013
Lou Reed: muere el poeta eléctrico
Parecía indestructible: un neoyorquino agresivo, dispuesto a defender su parcela. Lou Reed presumía de una fortaleza de ánimo que le permitió superar todas las adversidades. Aguantó el electrochoque al que le empujaron sus preocupados padres. Se dio a conocer con The Velvet Underground, un grupo que, a pesar de su actual inmensa reputación, apenas vendió discos. De hecho, sus dos únicas canciones universales, Walk on the wild side y Perfect day, salieron en 1972, en el elepé Transformer,que produjo su admirador Bowie. Y parecía haber sobrevivido al transplante de hígado al que se sometió en abril, que al final ha causado su muerte ayer en Long Island.
Con todo, mantuvo una alta productividad hasta tiempos recientes: se peleaba con las discográficas, cambiaba de productores y seguía adelante, sin grandes ventas. Aparte de la vituperada colaboración con Metallica (Lulu, 2011), se había apartado del rock y el formato canción. Casi de tapadillo, lanzaba grabaciones instrumentales, ocasionalmente con un grupo —el Metal Machine Trio— que evocaba su máxima expresión de libertad creativa: el doble Metal machine music (1975), una colección de feedback y otros extremismos sonoros.
De alguna manera, Lewis Allan Reed (1942-2013) se deleitaba en llevar la contra a lo que esperaban de él. Eran muy celebrados sus encuentros con el periodista musical Lester Bangs, que exigía cierta moralidad a sus ídolos. Reed arguía la sacrosanta libertad del creador. Se burlaba del (indudable) daño que hizo aquella parte de su espectáculo en que parecía inyectarse con heroína: “¿es que no saben distinguir entre el teatro y la realidad?”.
Y añadía, con sorna: “¿Cómo sabían que en la jeringuilla había heroína?”. Tenía razón, aunque olvidaba oportunamente su monumental Heroin (1967), que tan atractiva hacía la opción de la vida opiácea, también evocada ese mismo año en I'm waiting for the man. En realidad, se supone que la droga que más le atraía era la anfetamina, en su versión inyectable muy usada en el círculo del vampírico Andy Warhol. Y que nadie vea aquí un insulto a Warhol: Lou, en compañía del sufrido John Cale, sacaría en 1990 Songs for Drella, recordando su apodo entre los íntimos, un cruce de Drácula y Cinderella (Cenicienta).
Aparte de haber frecuentado un ambiente tan enrarecido como el de The Factory, donde se desarrollaba una competencia mortal por ser la fiera más cool del bestiario, se me ocurren otras razones para su agresiva altivez. Aunque Lou había pasado una temporada en los margenes del Brill Building, la industria del pop juvenil, grabando discos baratos como The Primitives, sus primeros álbumes reventaron los límites de lo que se podía contar en una canción pop. Sin embargo, se le escatimaron los elogios.
Bob Dylan o John Lennon podían relatar sus transgresiones de forma elíptica; Reed era directo y contundente, como Raymond Chandler y otros autores de su querida novela negra. En vez del clásico conflicto de chico-chica, el cancionero de Lou introducía a homosexuales, travestidos y otras criaturas exóticas. Sus protagonistas podían odiarse, practicar el sadomasoquismo e incluso matar. En medio del ensueño jipi de los sesenta, aquello sonaba a aberración neoyorquina.
Esa falta de sincronía generacional explica que Lou Reed nunca llegara a gran estrella en Estados Unidos. Pude comprobarlo en 1986, viajando a Atlanta (Georgia) para entrevistarle. El fotógrafo se mostraba escéptico: no creía que mereciera tal desplazamiento. Como una broma, fuimos preguntando a todos los estadounidenses que nos cruzábamos si conocían a Lou Reed. Y no, no les sonaba. Si mencionábamos que cantaba, le confundían con el vocalista negro Lou Rawls. Sólo en Atlanta, un taxista hirsuto le pudo identificar: “Claro, el de The Velvet Underground. ¿Sigue vivo?”.
Felizmente para Lou, Europa se mostró encantada ante semejante outsider. El patrocinio de David Bowie le permitió encajar fugazmente en un movimiento popular, el glam rock. Con todo, la leyenda pesaba más que la realidad de su obra: mitificado por nuestros dibujantes de tebeos underground, Nazario terminaría demandándole por plagiar un dibujo suyo para un disco en directo.
En la mente popular, era un connoisseur de todos los vicios posibles, la excusa para desmadrarse en público. Lou Reed se enfrentó con levantiscas multitudes europeas que peleaban con la policía o —caso de Madrid— asaltaban y saqueaban su escenario. Con el tiempo, Lou actuó en recintos más refinados, donde pudo demostrar su fascinación por el sonido en compañía de instrumentistas de primera, alternando sus melodías más sigilosas con las exhibiciones de decibelios.
A la vez, exigía implícitamente que se reconociera su categoría literaria. De alguna manera, gracias en parte a su matrimonio con la artista Laurie Anderson, consiguió ser aceptado en los ambientes de la alta cultura de Nueva York: se atrevía con Edgar Allan Poe en The raven, su Berlin fue filmado en directo por Julian Schnabel, el Metal machine music fue adaptado para orquesta de cámara, se publicó la integral de sus letras. Uno confía en que Lou, tan huraño y tan desconfiado, disfrutara de ese beneplácito tardío.
elpaís.com - Diego A. Manrique - Madrid - 28 OCT 2013
sábado, 26 de octubre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
Para los jóvenes LGBT atrapados en una pequeña ciudad que se sienten solos
Aquí os dejamos una hermosa carta de un autor gay que en su adolescencia también se sintió atrapado en una zona rural. Pero supo cómo salir adelante, y quiere ser una inspiración para las nuevas juventudes LGBT que están atrapados en lugares donde se sienten solos. Toda una alegoría a vivir la vida que realmente deseamos. Inspirador.
Habiendo crecido en la América profunda de colores rojos, huí de Texas como alguien que escapa de un edificio en llamas. A los 11 años, empecé a planear mi salida en los calendarios y revistas como un recluso maltratado porque cada cosa que hice fue preparar mi huida en algún lugar donde pudiera respirar tranquilo.
Hoy en día, tengo la extraña costumbre cada vez que mi novio y yo estamos pasando a través de un pueblo de decir '¿Me pregunto cuántos niños se están sintiendo sofocados en este instante?'.
¿Cuántos no pueden aguantar otro día, otra bofetada, otra burla? No me puedo imaginar cómo los niños en los pueblos pequeños se las arreglan para sobrevivir en un mundo que fetichiza su alteridad y su sexualidad, mientras los castigan como símbolos de la decadencia moral a causa de un montón de mitología de la Edad de Bronce. Cuando era un adolescente, no me sentía como un símbolo, sólo quería a un buen chico que tomara mi mano y me hiciera reir.
Crecer es suficientemente difícil, pero ser LGBT complica el proceso. Allá por la década de los ochenta, en muchos lugares, todavía el 'amor que no se atrevía a decir su nombre' allí fuera. El impacto de Stonewall y la liberación sexual de la década de 1970 habían dado paso a un virus insidioso que convirtió el sexo en radiactivo y regresó a los 'maricones' a la negación y la represión. Los hombres gays sólo habían ganado la lotería de una peste horrible.
Los clones gay correteaban en el gimnasio para reducir su aspecto de muñecos Ken. Las lesbianas quedaron relegadas al suspense y la prensa sensacionalista. Las personas trans fueron relegadas a talk shows y los bisexuales eran vistos como fraudes. En el momento en que huí a la universidad, lo queer había dado la vuelta de nuevo y se convirtió en algo tóxico y un poco trágico. La mayoría confiaban en que habían prevalecido la causa justa de la estrechez y la intolerancia.
Les engañados. Es tan fácil engañar.
La gente LGBT se quedaron a la intemperie, sin importar cuántas veces los fanáticos trataron de meterles de nuevo en los armarios. Durante la década del mal gusto, esa década embarazosa y llena de codicia, los monstruos conservadores que se hicieron cargo de este país cometieron un terrible error. No podían calzar de nuevo al genio en la botella LGBT; nos quedamos al frente y al centro en su cultura pop y en las noticias, en el aire y en su rostro en la política, y los deportes académicos. Y es por eso que muchos de nosotros 'alardeamos' de ser nosotros mismos o de exigir derechos 'especiales' y pretender que el hermoso, y valiente Matthew Shepard merecía morir hace exactamente 15 años por ser él mismo en medio de la nada.
Lo que esos idiotas no entienden es que la sopa de letras LGBT no tiene sentido: Todos somos personas justas. No hay una agenda monolítica 'gay'. Las lesbianas no son producidas en una especie de cadena de montaje, y las personas trans imaginan las mismas vidas y amores por sí mismos. ¡La vida es complicada! ¡Nosotros no somos insectos! Todos nosotros, LGBT y heterosexuales, somos una comunidad de individuos. Los miles de personas heterosexuales que leen mis romances homosexuales son una prueba de los progresos realizados y el potencial del mundo, la evidencia de que el amor es el amor no importa qué. Todos merecemos vivir en la luz, y si una pieza de ficción escapista puede plantar una semilla de esperanza, me vengo arriba. Si ese frágil brote puede convertirse en un árbol robusto que alberga una vida, tanto mejor.
El romance de ficción tiene sólo dos reglas: El libro debe incluir una relación importante y debe terminar de manera positiva. Suena tonto, pero en verdad los romances son historias de esperanza en un mundo que a menudo se siente muy desgraciado y sofocante. La esperanza es el oxígeno que respiramos y el alma de cualquier cosa por la que vale la pena vivir. Escribo romances gays porque me acuerdo de tener 14 años y estar con ganas de leer algo en el que el personaje gay no sufre de adicción o enfermedad o son golpeados hasta la muerte para un mayor efecto dramático. No somos objetos ni chistes sexuales o símbolos políticos. Tenemos esperanza y nos la merecemos, así que mi trabajo como autor de romance es sólo para recordarle a la gente que la esperanza está a nuestro alrededor, esperando que la inhalemos.
Todos nosotros luchamos como las vacas en arenas movedizas, porque la vida no es fácil ni cómoda, francamente, poco está bien cuando en realidad vale la pena vivir. Tu no te has definido por tu sexualidad o género o por el contenido de melanina de tu piel o de tu fe o de tu coeficiente intelectual o de cualquier otra cosa. Queer, hetero, o una variación del mismo, todos los detalles y defectos y dones que te distinguen son los que te convierten en tí mismo. El secreto de la vida está en pretar atención y la cosa más difícil del mundo es precisamente prestar atención.
Siempre le digo a la gente que no eligió ser gay, que fue elegido, ¡alabad a los Dioses! Yo no sería heterosexual aunque me pagaran un millón de dólares. En realidad, no cambiaría mi lugar con nadie ni por nada. ¿Por qué iba alguien permitirse vivir una vida que no ha elegido? Qué manera tan horrible de vivir. No podemos cambiar nuestra genética ni las de otras personas, pero cada día podemos tomar decisiones que nos llevan a donde necesitamos estar. Somos milagros idiosincrásicos, cada uno de nosotros.
No vuelvas a perder el don milagroso de tu vida por los idiotas que no han aprendido a estar agradecidos por cualquier cosa. La gente en la oscuridad arremete contra ti porque son ignorantes y están asustados, porque tu brillas. Así que trata de sobrevivir en el lugar que estés atrapado, aprender lo que puedas, y desafiar lo que debes. Nunca estamos solos, y todos nosotros tenemos miedo. No puedes darte cuenta de la cantidad de gente que te rodea y que está asustada y demasiado atrapada. Si no puedes ser fuerte por ti mismo, se valiente por ellos. Ellos te necesitan. Te necesitamos.
No sólo se mejora, es mejor ya, y tú eres un invitado. Respira profundamente. El mundo espera que seas tú mismo.
DAMON SUEDE es autor del nuevo libro de 'Bad Idea', y su anterior novela, Hot Head fue la número 1 en el género romántico gay en Amazon durante seis meses consecutivos. Damon ha escrito para imprenta, el escenario y la pantalla durante dos décadas. Ha ganado algunos premios, pero cuenta sus bendiciones con mayor frecuencia: sus increíbles amigos, su familia demente, su hermoso marido y fiel seguidor que sigue siendo la musa seductora que le sigue susurrando en su oído, año tras año. DamonSuede.com.
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miércoles, 16 de octubre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
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