José Ignacio Wert: Ministro de educación privada y concertada.
El todavía ministro de Educación y Cultura ha decidido darlo todo por la patria y, después de la cornada de españolizar Catalunya, ha embestido con ahínco contra alumnos, padres, profesores, y casi contra el personal administrativo, que secunde la huelga de la enseñanza.
Ha dicho Wert que todos ellos realizan una huelga “política” y forman parte de una amalgama “antisistema”, de “extrema izquierda radical”.
Le ha faltado añadir, al ministro sin complejos, que los huelguistas son una horda “que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece”, que era la coletilla que el ínclito Jefe del Estado de los cuarenta años de dictadura, con sus días y sus noches, soltaba de forma regular cada vez que alguien protestaba en España o en el extranjero.
Me imagino que es más fácil dar cornadas a los huelguistas que pensar en que los convocantes pueden estar indignados por la pérdida de profesores en la enseñanza pública, por el aumento de alumnos por aula, por las clases que estos han perdido y perderán por la negativa de los sin complejos a ponerles sustitutos, por la reiterada bajada de sus salarios. Huelguistas indignados porque hay padres que han tenido que sacar a sus hijos del comedor del colegio público porque no tienen 100 euros para que coman en él, porque hay padres que han tenido que renunciar a trabajos eventuales para poder dar de comer a sus hijos en casa; indignados por que sí haya dinero para subvencionar enseñanza privada, reaccionaria y adoctrinadora –así en la patria como en la religión–, mientras no hay dinero para centros públicos, sean de secundaria, formación profesional, bachillerato artístico o universidad. Indignados, en fin, por las cien mil revalidas de San Luis, por la destrucción de las becas, por la subida de las tasas, por el desmadre de los máster; por la vuelta al pasado.
Incluso Wert, que confiesa que él mismo se sorprende de las cosas que dice, puede hacer este recuento, si es que no sufre disonancia cognitiva por causa de su frivolidad, por su espíritu de barra de bar de FAES, por ese sin complejos que debemos traducir como sin escrúpulos.
El método sin complejos ya lo conocemos: primero pasa la aviación y bombardea el prestigio del sector previamente seleccionado para aplicarle los recortes; en este caso, los enseñantes. Los profesores son unos vagos, reúnen el doble delito de enseñantes y funcionarios, trabajan muy poco, tienen muchas vacaciones, dan pocas horas de clase a la semana y son insolidarios: cuando se les pide un esfuerzo adicional se niegan a hacerlo sin cobrar, dicen los propagandistas.
Ya tenemos al sector recortable macerado, lleno de cráteres y con el resto de la población que muerda ese anzuelo, recelando de los maestros. Después, pasa la caballería, con los recortes en la nómina, la reducción en docentes, el hachazo en dinero imprescindible para una mínima calidad de la enseñanza.
Por si quedaran supervivientes, llega por último la infantería, con la bayoneta calada de que estamos ante una horda de extrema izquierda antisistema.
Problema resuelto, a por otro sector.
Lo milagroso después de esta guerra de movimientos, y de la pasta que cuesta hacer huelga a los huelguistas, es que todavía haya profesores que hagan jornadas de paro, padres que quieran secundarlos y gente de la enseñanza que salga a la calle a protestar en significativa unanimidad: todos los sindicatos, de todos los colores, contra el ministro de la insoportable levedad.
Mientras, frívolo Wert se lo pasa chupi; se ríe y mira su reloj de lujo, marca Hublot, encantado de conocerse y de haber salido más en los periódicos en unos meses que en toda su vida anterior. Sin complejos, sin escrúpulos.
José María Calleja
eldiario.es - 16/10/2012
eldiario.es - 16/10/2012
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