domingo, 18 de agosto de 2013

Retorno a Stonewall



Stonewall Inn se distingue de los bares de su entorno por la bandera arcoíris sobre los balcones y los neones colorados en el ventanal. A la entrada de Christopher Street y en el corazón del Village, el bar permanece abierto como una reliquia de un tiempo en el que estas calles eran aún refugio de bohemios y no nido de boutiques.

Aquí nació el movimiento gay en 1969 y aquí termina cada año la marcha del orgullo de Nueva York. Por eso merece la pena detenerse en las circunstancias de aquellos días de junio en este año en que el Supremo de Estados Unidos ha dado un paso decisivo en la aprobación del matrimonio homosexual.

David Carter explica en su libro sobre los disturbios que ni el nombre ni el local eran una novedad en el barrio. 'Stone Wall' era el título que la lesbiana Mary Casal había dado a su escandalosa autobiografía en 1930 y que había adoptado al año siguiente un salón de té "como un mensaje cifrado para atraer al público homosexual".

 Ambiente en el Village durante la marcha del orgullo gay de 2013.

El local cerró durante la guerra y un empresario local lo transformó en un salón donde se celebraron cientos de banquetes de bodas hasta que un incendio lo destruyó. Fue entonces cuando lo adquirió el clan mafioso de los Genovese, cuyos miembros eran propietarios de varios clubes homosexuales del barrio como el Bon Soir o el Moroccan Village.

El mafioso Tony Salerno alquiló el local en la primavera de 1967 y no se molestó demasiado en reformarlo. Ordenó pintar encima de la madera chamuscada, teñir de negro las ventanas e instalar unas puertas de acero con mirillas al estilo de los 'speakeasy' de la Ley Seca. Luego compró sillas, mesas y una gramola y abrió Stonewall como un bar como un club más o menos ilegal.

Un portero se sentaba en la puerta y hacía firmar a la entrada a los clientes, que le daban un dólar a cambio de ser miembros del club. Era un sistema ideado para dejar fuera a los agentes de paisano que intentaban colarse para inspeccionar el bar y arrestar a su clientela homosexual.

La mafia apenas limpiaba sus antros y Stonewall no era una excepción. Los baños eran tan oscuros y las ventanas estaban tan sucias que los clientes le pusieron al bar el apodo de 'fosa séptica'. Pero eso no impidió que el local fuera un éxito desde el primer día. Entre otras cosas por la gramola del cuarto trasero, junto a la que los homosexuales más jóvenes se restregaban sin remilgos lejos de los ojos de la policía en una época donde no podían alquilar siquiera una habitación de hotel.



Según el magnífico libro de 'The Village' de John Strausbaugh, la mafia recobró su miserable inversión inicial en la primera noche y desde entonces todo fueron beneficios netos durante dos años y medio hasta la noche fatídica del 27 de junio de 1969.

En el Village todos sabían que los agentes del barrio cogían sobornos de los clubes mafiosos en bolsas marrones a cambio de hacer la vista gorda con las infracciones. Pero eso no impedía que de vez en cuando hubiera redadas para mantener las apariencias. Los propietarios se esfumaban y dejaban licor y dinero en efectivo para la policía y los homosexuales se dejaban arrestar sin resistirse por miedo al escándalo a sufrir una paliza descomunal.

En Stonewall ni siquiera había caja registradora. El dinero y las drogas se guardaban en cajas de puros y las redadas se solían producir al principio de la noche. Se encendían las luces, se apagaba la gramola y los agentes entraban a gritos: "Maricones aquí, travestis aquí y monstruos aquí". Si uno no podía identificarse o no llevaba puestas al menos tres prendas de ropa, lo mandaban a la cárcel.

Los disturbios de Stonewall no habrían ocurrido si no fuera por el subcomisario Seymour Pine, que emprendió una cruzada contra los bares homosexuales regentados por la mafia al sospechar que sus responsables estaban chantajeando a varios hombres de negocios.

Aquel viernes hacía un bochorno terrible y los homosexuales más mayores se habían ido de la ciudad. Un detalle que dejó el Village lleno de adolescentes sobreexcitados por las redadas y por el calor. El viernes 27 de junio el subcomisario Pine envió a Stonewall a cuatro agentes de paisano. Dos hombres y dos mujeres a los que les asignó identificar a la clientela.

Al principio se respiraba el bullicio de una fiesta callejera. Pero la algarabía empezó a cambiar cuando una lesbiana forcejeó durante 10 minutos con varios policías que intentaban meterla en el furgón. La muchedumbre arrojó entonces monedas de centavo a la policía. Pero pronto se les acabaron y empezaron a volar adoquines y botellas de cerveza. Alguien arrancó un parquímetro de la acera y lo usó para golpear la puerta de Stonewall. La turba provocó unos disturbios que se extendieron durante una semana y que nadie recordaba en este barrio de la ciudad.

Por primera vez los homosexuales se besaron en las calles y al año siguiente se celebró por la Sexta Avenida la primera marcha del orgullo gay. Sus organizadores prohibieron desfilar a los travestis por temor a que monopolizaran la atención de los periódicos. Pero varios desafiaron la prohibición marchando delante de las pancartas para reivindicar su identidad.

Stonewall cerró en octubre de 1969. Entonces se dijo que se había convertido en un local demasiado visible para sus propietarios de la mafia. El rótulo se esfumó y varias tiendas ocuparon su lugar. A principios de los 90, volvió a ser un bar homosexual y desde entonces ha tenido varios propietarios. Pero como tantas otras cosas en el Village es una recreación histórica de un pasado que no existe y ha perdido su encanto original.

Cómo llegar: lo mejor es la línea 1 de metro, cuya parada de Christopher Street se encuentra casi a la puerta del bar.

Planeta NYC - Por Eduardo Suárez - elmundo.es

viernes, 16 de agosto de 2013

El gato negro español que seduce a todos

Viñeta del primer libro de Guirado y Canales, 'Un lugar entre las sombras'.


Blacksad (Norma editorial) es una saga de novelas creada por dos españoles que ha vendido más de un millón de ejemplares en Francia y ganado el mal llamado Oscar de su género. “Pese a ello y a haber despachado 100.000 libros en castellano tiene una repercusión mínima porque se trata de una obra gráfica: un cómic, un tebeo. Si fuera un texto al uso estaríamos hablando de fenómeno literario”, se queja el guionista Juan Díaz Canales. Pero lo que queda fuera de toda discusión es que su trabajo junto al dibujante Juanjo Guarnido alcanza la categoría de extraordinario. Entre otras cosas, porque aúna la devoción del público y el respaldo de la crítica. En los últimos premios Eisner, que se concedieron el pasado julio en el Comic-Con de San Diego, Guarnido fue reconocido como el mejor artista plástico / multimedia, y El infierno, el silencio, la cuarta entrega de la saga, como la mejor edición estadounidense de material extranjero.

El dúo español ha alcanzado el éxito, además, con un producto tan inesperado como su propia historia: una novela negra antropomórfica protagonizada por un gato con gabardina y propensión a poner en peligro sus siete vidas. “Decidimos ambientarla en Estados Unidos y en los años cincuenta por razones emocionales y estéticas”, explica Díaz. “Es la década en la que arranca la historia moderna y eso nos permite seguir unos hilos argumentales muy ricos y, contando de lo que pasó entonces, hablar de lo que sucede ahora”.

De hecho, aunque Un lugar entre las sombras —el primer capítulo, publicado en 2000— reproduzca los códigos policiacos más referenciales, los siguientes volúmenes ahondan en temas como la segregación racial (Artic-Nation), la caza de brujas durante la guerra fría (Alma Roja) o las adicciones (El infierno, el silencio). Amarillo, el quinto álbum que llegará a las librerías en septiembre, se articula como una road movie y promete “seguir el espíritu de la generación Beat”, adelanta Guarnido.

Vehicular estas aspiraciones intelectuales y sociales a través de personajes antropomórficos resulta poco menos que osado. Pero Blacksad ha sorteado el peligro a juzgar por sus diez traducciones y sus numerosos galardones, entre los que se cuentan tres premios del Festival de Angulema, la cita más importante del tebeo europeo. “Es cierto que las historias con animales polarizan mucho al público. Hay quien odia el género per se. Pero el arte de Guarnido marca la diferencia: su tratamiento de la morfología de los personajes es muy realista, su entintado está a la altura del trabajo de un director de fotografía y domina la elipsis como pocos”, enumera Díaz.

La editorial francesa Dargaud debió de apreciar las mismas cualidades en Blacksad que el guionista cuando hace 12 años compró sus derechos a dos dibujantes entonces noveles. Guarnido trabajaba como animador para los estudios Disney en París y Díaz Canales, para un estudio madrileño. Decidieron ofrecer su proyecto en el país vecino porque “el mercado francófono es simplemente el único digno de ser llamado así en Europa”. Diez veces más grande que el español en cuanto a número de lectores, conforma una industria pujante y valorada. “Si hubiésemos publicado con una editorial española y esta hubiese vendido los derechos a Francia, aunque consiguiésemos despachar el mismo número de libros en este idioma ganaríamos menos dinero y casi no podríamos vivir de esto”, argumenta Guarnido.

Pero el sector español ha progresado cuantitativa y cualitativamente en esta última década, según Díaz Canales. Obras “como Arrugas, de Paco Roca” y la instauración del término novela gráfica —que tan poco gusta al guionista— han ayudado a superar prejuicios y a devolver el tebeo al gran público. “En Francia, el cómic se entiende como un producto cultural popular y todo el mundo lo consume. En España también fue un entretenimiento de masas: detrás de los 600.000 ejemplares del Guerrero del antifaz que se vendían en los años cuarenta no había solo críos”.

Guarnido maneja una teoría para explicar por qué ambos mercados evolucionaron de formas tan distintas. La tradición de los cómics en tapa dura que inauguraron Uderzo y Goscinny con Astérix convirtió a las series de tebeos en colecciones relevantes que no se tiraban —como sí sucedía en España con las de cubierta blanda— sino que se heredaban. Formaban parte del patrimonio familiar como el resto de la biblioteca. Se valoraban como un libro más. “Quizá por eso los niños franceses que leían a Tintín y Spirou saltaron al cómic adulto con Moebius haciendo que floreciese el género, mientras que en España se dio una fractura y perdimos también ese tren”.


elpaís.com - Carmen Mañana - Madrid - 16 AGO 2013

lunes, 12 de agosto de 2013

viernes, 9 de agosto de 2013

Troye Sivan, el joven Lobezno, sale del armario



Nuestras plegarias han sido escuchadas… Los que durante años hemos rezado para que Lobezno fuese gay (bueno, más que Lobezno, Hugh Jackman), podemos celebrar, aunque a medias. Y es que Troye Sivan, actor de 18 años que interpretó dicho personaje en su juventud en la película ‘X-Men orígenes: Lobezno’ ha salido del armario públicamente.

Lo ha hecho a través de su canal de Youtube en el que, mostrando lo nervioso que estaba, ha afirmado que su familia lo sabe desde el 7 de agosto de 2010. Tres años después, el 7 de agosto de 2013, ha querido contárselo al resto del mundo y, oye, nosotros encantados de tenerle en este lado de la acera.

    Esto no es algo que me avergüence y es algo de lo que nadie se debería avergonzar. Así que, ¿por qué no compartirlo con todos vosotros. Estoy aterrado, sé que algunas personas van a tener problemas con esto. Podría cambiar todo para mí, pero no tiene por qué.

Esperemos que nada cambie para él y que esta declaración pública no sea más que la continuación de una vida plena y feliz. ¡Enhorabuena por este paso!

Vía | Anodis
ambienteg.com - 09 de agosto de 2013 - el-castigador

miércoles, 7 de agosto de 2013

Forges

Forges - elpaís.com - 07.08.2013

jueves, 1 de agosto de 2013

Forges

Forges - elpaís.com - 01.08.2013