El entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, observa un mapa de los buques anticontaminación. / EFE
El más devastador desastre ecológico de la historia de España no tuvo ningún precio político. La mayoría de los que gestionaron aquel episodio, en medio de una oleada de indignación popular sin precedentes en Galicia, prolongaron sin dificultades sus carreras políticas, y, de hecho, uno de ellos, Mariano Rajoy, es hoy el presidente del Gobierno de España. Otros han pasado al ostracismo, pero por otros vaivenes políticos, no por el Prestige, que ni siquiera provocó dimisiones de cierto rango en la Administración de entonces, pese al consenso casi generalizado sobre la calamitosa gestión que del episodio hizo el Gobierno de Aznar. Estos fueron los personajes clave en la crisis.
JOSÉ LUIS LÓPEZ-SORS
Es el único que se sienta en el banquillo y también el único que pagó por los errores. En realidad, era un técnico, no un político, un asturiano al que su paisano Francisco Álvarez-Cascos, entonces ministro de Fomento, había encomendado la Dirección General de la Marina Mercante. López-Sors fue fiel a su jefe, asumió la orden de alejar el barco y en ningún momento descargó responsabilidades hacia arriba. Desde entonces, desapareció de la vida pública.
FRANCISCO ÁLVAREZ-CASCOS
No solo no asumió ninguna responsabilidad por los errores cometidos –era su departamento el que debía decidir sobre el destino del petrolero en apuros- sino que el Gobierno gallego, que en aquel momento presidía Manuel Fraga, llegó a premiarle con la concesión de la Medalla de Oro de Galicia. Si su carrera política fue en declive, se debió estrictamente a su alejamiento de la dirección del PP, que abandonó el pasado año. Pero, con un nuevo partido, llegó incluso a presidir durante unos meses el Principado de Asturias, una de las comunidades salpicadas por el chapapote. Ahora, languidece como diputado de la oposición autonómica y jefe de su partido, Foro por Asturias.
Los entonces vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos. / Ricardo Gutiérrez
MARIANO RAJOY
Entonces vicepresidente del Gobierno, no intervino en los primeros días ni tuvo ninguna responsabilidad en la orden de negar al Prestige el refugio en algún puerto gallego. Pero cuando la situación en Galicia estaba a punto de estallar, sin que el Ejecutivo hubiese reaccionado ante una marea negra que se empecinaba en negar, el presidente Aznar le puso al mando de un gabinete de crisis. Las meteduras de pata de Rajoy fueron antológicas. Primero negó –pese a las evidencias que ofrecían las autoridades portuguesas- que el pecio hundido del buque desprendiese fuel. Y luego – en la frase más recordada- redujo las filtraciones a la categoría de “hilillos de plastilina que ascienden verticalmente”. Aunque tuvo que sufrir el acoso de sus airados paisanos gallegos, su carrera política siguió adelante y acabó en La Moncloa.
FEDERICO TRILLO
Como ministro de Defensa, tardó tres semanas en movilizar al Ejército para hacer frente a la marea negra mientras los marineros recogían el chapapote del mar con sus propias manos o con herramientas improvisadas. Tuvo intervenciones públicas imborrables. Mientras el buque daba tumbos soltando fuel a chorros frente a la costa gallega, llegó a sugerir como solución que lo bombardeasen. Luego, en una visita a Galicia, proclamó, contra toda evidencia, que las playas estaban “esplendorosas”. Aunque su carrera política también ha ido declinando, el Gobierno de Rajoy le ha premiado nombrándole embajador en Londres.
ARSENIO FERNÁNDEZ DE MESA
Era el delegado del Gobierno en Galicia y, como tal, el portavoz único de la Administración durante los primeros días. Su estampa, de traje impecable y pelo cuidadosamente engominado, contrastaba con las imágenes de los marineros batiéndose el cobre contra el chapapote. El Gobierno de Aznar había decretado la inexistencia de la marea negra y Fernández de Mesa puso todo su empeño en mantener la ficción. En Galicia, su figura salió escaldada, pero nunca abandonó la política, como diputado en el Congreso durante los últimos nueve años y un estrecho colaborador de Rajoy. El actual presidente le hizo director general de la Guardia Civil.
XOSÉ CUIÑA
La otra víctima política de la catástrofe paradójicamente no tuvo nada que ver con su gestión. Xosé Cuiña era entonces consejero y mano derecha de Manuel Fraga en la Xunta de Galicia. Asustado, como otros dirigentes del partido, por la reacción popular, convenció a Fraga de que tratase de marcar distancias con el Gobierno de Aznar. Y hubo algunos gestos, como el de crear una comisión de investigación en el Parlamento de Galicia, que finalmente se quedaría en nada. A las pocas semanas, Fraga le echó del Gobierno instigado por la dirección nacional del PP. Falleció de una enfermedad en diciembre de 2007. A Cuiña lo había sustituido en la Xunta un hombre también promovido desde Madrid, Alberto Núñez Feijóo, hoy presidente de Galicia.
FRANCISCO VÁZQUEZ
El entonces alcalde de A Coruña fue el único socialista que se desmarcó de la protesta contra la gestión del Gobierno y se afanó en arropar todo lo que pudo a Aznar. Obtuvo un premio: en un Consejo de Ministros celebrado en el Ayuntamiento coruñés se aprobó su proyecto de construir un nuevo puerto exterior en la ciudad. Pero el episodio distanció definitivamente a Vázquez de los socialistas. Zapatero se lo quitó de en medio nombrándole embajador ante la Santa Sede. Cuando cesó en ese cargo, maniobró para ser Defensor del Pueblo, sin lograr que el PSOE le diese su apoyo. Ha regresado a A Coruña, ya sin ningún protagonismo político.
EL PAÍS.com - Xosé Hermida - 16 OCT 2012
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