Eduardo Saverin: Cofundador de Facebook
La película ‘La red social’ dibujaba a Eduardo Saverin como el cofundador honesto y bondadoso traicionado por Mark Zuckerberg, su socio y compañero en Harvard
Hoy disfruta de su inmensa fortuna en Singapur mientras EE UU le mira como a un traidor
La película ‘La red social’ dibujaba a Eduardo Saverin como el cofundador honesto y bondadoso traicionado por Mark Zuckerberg, su socio y compañero en Harvard
Hoy disfruta de su inmensa fortuna en Singapur mientras EE UU le mira como a un traidor
Lo que en Estados Unidos es un multimillonario más, en Singapur es todo un playboy. Eduardo Saverin renunció a la nacionalidad estadounidense días antes de que Facebook, la empresa que ayudó a fundar en la Universidad de Harvard, pasara a cotizar en Bolsa. Su fortuna, meramente una fracción de lo que hubiera sido si su amistad con Mark Zuckerberg no se hubiera roto cuando Facebook comenzaba a ser popular, se estima ahora en 3.000 millones de dólares (2.372 millones de euros). Con ella, se ha mudado a Asia, a vivir a lo grande, mientras una gran parte de Norteamérica le mira como un traidor, huido para no pagar impuestos.
Es cierto que Saverin, de 30 años, multimillonario número 634 del mundo según la lista elaborada por la revista financiera Forbes, se ha ahorrado al menos 67 millones de dólares (unos 53 millones de euros) en impuestos al renunciar a ser estadounidense y quedarse con un pasaporte de Brasil y un lujoso apartamento en un exclusivo rascacielos en la ciudad-Estado de Singapur, refugio de ricos apátridas del mundo entero. Por ello en Washington se considera a Saverin un evasor de impuestos. Hasta el punto de que dos senadores demócratas en el Capitolio, Chuck Summer y Bob Casey, le han pedido a la Casa Blanca que le prohíba la entrada a EE UU en el futuro.
La familia de Saverin vive en Miami, y en Facebook él mismo identifica esa ciudad como su hogar. Y pocas ciudades pueden competir con Miami en el apartado de apartamentos opulentos, coches lujosos y bares frecuentados por famosos. Pero Saverin ha elegido ahorrarse esos 67 millones de nada y vivir en Singapur.
Allí es toda una celebridad, más famoso, por supuesto, que Zuckerberg, y perseguido por admiradores y cazafortunas de toda procedencia. Se deja ver en clubes de moda, posa para fotos con aspirantes a Miss Singapur y aparece en encuentros de fórmula 1. Es el rey brasileño de la noche singapurense.
“Es una desgracia que mis decisiones personales se empleen para el debate público, no sobre la base de los hechos, sino únicamente con especulaciones y desinformaciones”, ha dicho Saverin en un comunicado difundido recientemente a los medios. “Nacido en Brasil y emigrado a EE UU, le estoy muy agradecido a EE UU por todo lo que me ha dado. En 2004 invertí los ahorros de mi vida en una nueva compañía que se creó en una habitación de un colegio mayor. Desde entonces, esa empresa se ha expandido de forma dramática y ha creado miles de puestos de trabajo en EE UU y otros lugares”.
Cuando Saverin se mudó a Singapur, en 2009, se esperaba de él una gran inversión, un innovador proyecto, una nueva empresa que le sirviera de reivindicación. Al fin y al cabo era famoso por ser el cofundador agraviado de Facebook, el joven honesto y bondadoso desbancado por Zuckerberg y su nuevo socio, Sean Parker, el fundador de Napster. Ese era, al menos, el argumento del libro Multimillonarios por accidente, del escritor Ben Mezrich, y su adaptación fílmica, la oscarizada película La red social.
En 2010, el portal TechCrunch publicó una noticia sobre su cambio de residencia. La periodista Sarah Lacy le atribuía la intención de entrar en el negocio de los juegos online para Facebook: “Saverin está manteniendo un perfil bajo, intentando construir algo propio y evitando los focos cinematográficos que su versión de los hechos ayudó a crear. Le doy crédito por ello. Será emocionante ver qué juegos acaba creando para la plataforma que parece haberle ocasionado tanto dolor y que le convirtió en multimillonario y famoso”.
Saverin no era un joven de modestos recursos cuando llegó a Harvard, a estudiar economía. Había nacido en São Paulo en 1993, en el seno de una familia de posibles. Su abuelo, Eugenio, había emigrado de Alemania a Brasil, donde fundaría una fábrica de ropa infantil, Tip Top. Su familia, acaudalada, había llevado a Eduardo a Miami de niño, dicen algunos de sus biógrafos que debido a ciertas amenazas de secuestro recibidas. Al llegar a Harvard ya había ganado 300.000 dólares por sí mismo, obtenidos en los futuros del crudo e invertidos en un fondo de protección.
Dustin Moskovitz, uno de los cuatro fundadores de Facebook y el único con el que Zuckerberg aún mantiene una buena relación.
En Harvard conoció a un hombre con un proyecto, el joven y retraído Zuckerberg. Le dio fondos para arrancar su proyecto de red social. Pagó por sus servidores. Y se dedicó a buscar anunciantes. Todo aquello le daría derecho, inicialmente, a un 34,4% de las acciones de la compañía, luego diluidas notablemente por Zuckerberg y Parker, hasta por debajo de un 10% primero y a cantidades mucho menores después.
Saverin demandó a Zuckerberg, y ambos llegaron a un acuerdo extrajudicial, que conllevaba un acuerdo de confidencialidad. A pesar de este, hay analistas que han apuntado a Saverin como una de las principales fuentes en la sombra de Mezrich y su best-seller, dado el detalle con que narra sus experiencias y sentimientos en el libro. Según dijo el bloguero Nicholas Carlson en una célebre entrada en Business Insider de 2010, el libro “es la historia de cómo Eduardo se enfadó con Mark y de cómo, desde el punto de vista de Eduardo, Mark le jodió con una buena parte de las acciones de Facebook”.
Tanto en el libro como en la película, Saverin queda retratado como una víctima de la crueldad y la indolencia de Zuckerberg. Era el estudiante aplicado que, al contrario que Zuckerberg, sí acabaría sus estudios, magna cum laude. Era el prometedor hombre de negocios, presidente de la Asociación de Inversores de Harvard, que trabajaría como becario en las oficinas de Lehman Brothers en Nueva York. Era el joven agradable y por todos querido, aceptado en el exclusivo club Phoenix de Harvard.
De él escribe Mezrich, cuando narra un viaje a California en el que se da cuenta de las posibilidades de crecimiento de Facebook: “A Eduardo no le importaba estar en un discreto segundo plano, aquí en California. No había entrado en ese negocio por la fama. No le importaba si la gente sabía que él también había estado en aquel dormitorio [en el que se creó Facebook], o si sabía que era dueño de más del 30% de la empresa, que era la persona con más responsabilidades sobre un millón de usuarios, aparte de Mark. Solo le importaba que a esa gente le gustara el sitio web”.
Zuckerberg ha mantenido, durante estos años, un sepulcral silencio sobre su relación con Saverin. Ha capeado el libro y la película con estoicismo. Eso ha contribuido, en cierto modo, a que la historia que se ha contado sobre los orígenes de Facebook haya sido la de Saverin. En la saga novelesca y cinematográfica, Zuckerberg crea Facebook con los fondos de Saverin. Mientras, traiciona en secreto unos compromisos adquiridos con los apuestos gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, con los que había llegado a un acuerdo para crear una red social. Cuando Facebook resulta un éxito, Zuckerberg traiciona por segunda vez, en este caso a su gran amigo Saverin.
Si Zuckerberg contara la historia, lo haría seguramente de un modo diferente. En septiembre de 2010, coincidiendo con el estreno de la película, aparecieron en el portal online Tech Crunch algunos correos personales del creador de Facebook. En uno, de 2004, dirigido a otro confundador de la red, Dustin Moskovitz, expresaba su verdadera opinión sobre Saverin: “Sigo manteniendo que se jodió a sí mismo… Se suponía que debía comenzar la empresa, ganar financiación, crear un modelo de negocio. Fracasó en esas tres cosas… Ahora que sé que no volveré a Harvard, no me tengo que preocupar por si me dan una paliza los matones brasileños”. A ojos de Zuckerberg, era más un aprovechado, y un lastre, que un amigo.
Saverin no se mudó a California cuando el resto de la empresa lo hizo, a principios de 2004. Se dedicó a avanzar su carrera en Nueva York, dejando que la red social creciera al margen de su influencia. Zuckerberg nunca se licenció, pero llevó a Facebook hasta elevadas cotas de éxito, con la apoteosis de la salida a Bolsa de este mes. Con él fueron a California sus dos compañeros de habitación en el colegio mayor. Moskovitz fue el tercer empleado de Facebook, su jefe tecnológico y vicepresidente de desarrollos de ingeniería, hasta que abandonó la empresa en 2008. Chris Hughes fue el primer jefe de prensa, y volvió a Harvard para licenciarse y para pasar a trabajar en la estrategia de redes sociales de Barack Obama.
Moskovitz creó Asana, un programa para maximizar la productividad en el puesto de trabajo. Hughes compró la mayoría de la participación en la revista The New Republic y es ahora su director. Y ¿qué hay de Saverin, cuando ya tiene su dinero? ¿Qué ha hecho desde que le desbancaran en Facebook? ¿Qué tiene que aportar, frente a los 901 millones de usuarios activos mensuales de la red social?
De momento, poca cosa. Saverin ha inyectado algunos millones a algunas nuevas empresas de la Red, como Shopsavvy, un comparador de precios; Qwiki, un portal social para compartir vídeos, y Jumio, para hacer pagos a través de la tecnología móvil. Esas inversiones suponen menos de un 1% de lo que ahora es su fortuna, según estimaciones de los analistas. No hay grandes proyectos ni ideas brillantes. Saverin vive la vida de un playboy.
En Singapur conduce un Bentley, un coche de lujo que viene a costar alrededor de 200.000 dólares. En una noche de diciembre pidió en un local seis litros de vodka Belvedere y 20 botellas de champán de la marca Cristal, según el diario The New York Post. Los diarios y revistas de Singapur le muestran con frecuencia rodeado de chicas hermosas, de grandes sonrisas y cortos vestidos.
En el libro Multimillonarios por accidente se le atribuye a Saverin una temprana predilección por las mujeres asiáticas. “No es que los chicos como yo se sientan atraídos, normalmente, por las mujeres asiáticas. Es que las mujeres asiáticas se sienten generalmente atraídas por chicos como yo. Y si intento optimizar mis posibilidades de triunfar con la mujer más atractiva, tengo que pescar entre los grupos que puedan estar más interesados en mí”, dice.
El interesado, poco dado a prodigarse en los medios, ha intentado contener recientemente la indignación provocada por su renuncia al pasaporte estadounidense, que tuvo durante 10 años. Primero, ha actualizado la foto de cabecera en su perfil de Facebook con una captura de pantalla de los primeros días de la red social, en la que firma como cofundador, con el adjetivo de “brasileño”. Luego, ha dado algunas entrevistas a unos pocos medios de EE UU. Al diario The New York Times le ha dicho: “Es todo falso, especialmente lo de que soy un playboy. Es cierto que tengo un Bentley. Es cierto que salgo. Pero es mejor que no entre en detalles personales”. Y ¿cómo se define? “La gente siempre trata de convertirte en un símbolo de algo. Si trabajas en un banco, eres un banquero. En mí ven un cofundador de Facebook”. Así ha sido durante años. Y puede que así sea para siempre.
En Harvard conoció a un hombre con un proyecto, el joven y retraído Zuckerberg. Le dio fondos para arrancar su proyecto de red social. Pagó por sus servidores. Y se dedicó a buscar anunciantes. Todo aquello le daría derecho, inicialmente, a un 34,4% de las acciones de la compañía, luego diluidas notablemente por Zuckerberg y Parker, hasta por debajo de un 10% primero y a cantidades mucho menores después.
Saverin demandó a Zuckerberg, y ambos llegaron a un acuerdo extrajudicial, que conllevaba un acuerdo de confidencialidad. A pesar de este, hay analistas que han apuntado a Saverin como una de las principales fuentes en la sombra de Mezrich y su best-seller, dado el detalle con que narra sus experiencias y sentimientos en el libro. Según dijo el bloguero Nicholas Carlson en una célebre entrada en Business Insider de 2010, el libro “es la historia de cómo Eduardo se enfadó con Mark y de cómo, desde el punto de vista de Eduardo, Mark le jodió con una buena parte de las acciones de Facebook”.
Tanto en el libro como en la película, Saverin queda retratado como una víctima de la crueldad y la indolencia de Zuckerberg. Era el estudiante aplicado que, al contrario que Zuckerberg, sí acabaría sus estudios, magna cum laude. Era el prometedor hombre de negocios, presidente de la Asociación de Inversores de Harvard, que trabajaría como becario en las oficinas de Lehman Brothers en Nueva York. Era el joven agradable y por todos querido, aceptado en el exclusivo club Phoenix de Harvard.
De él escribe Mezrich, cuando narra un viaje a California en el que se da cuenta de las posibilidades de crecimiento de Facebook: “A Eduardo no le importaba estar en un discreto segundo plano, aquí en California. No había entrado en ese negocio por la fama. No le importaba si la gente sabía que él también había estado en aquel dormitorio [en el que se creó Facebook], o si sabía que era dueño de más del 30% de la empresa, que era la persona con más responsabilidades sobre un millón de usuarios, aparte de Mark. Solo le importaba que a esa gente le gustara el sitio web”.
Zuckerberg ha mantenido, durante estos años, un sepulcral silencio sobre su relación con Saverin. Ha capeado el libro y la película con estoicismo. Eso ha contribuido, en cierto modo, a que la historia que se ha contado sobre los orígenes de Facebook haya sido la de Saverin. En la saga novelesca y cinematográfica, Zuckerberg crea Facebook con los fondos de Saverin. Mientras, traiciona en secreto unos compromisos adquiridos con los apuestos gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, con los que había llegado a un acuerdo para crear una red social. Cuando Facebook resulta un éxito, Zuckerberg traiciona por segunda vez, en este caso a su gran amigo Saverin.
Si Zuckerberg contara la historia, lo haría seguramente de un modo diferente. En septiembre de 2010, coincidiendo con el estreno de la película, aparecieron en el portal online Tech Crunch algunos correos personales del creador de Facebook. En uno, de 2004, dirigido a otro confundador de la red, Dustin Moskovitz, expresaba su verdadera opinión sobre Saverin: “Sigo manteniendo que se jodió a sí mismo… Se suponía que debía comenzar la empresa, ganar financiación, crear un modelo de negocio. Fracasó en esas tres cosas… Ahora que sé que no volveré a Harvard, no me tengo que preocupar por si me dan una paliza los matones brasileños”. A ojos de Zuckerberg, era más un aprovechado, y un lastre, que un amigo.
Saverin no se mudó a California cuando el resto de la empresa lo hizo, a principios de 2004. Se dedicó a avanzar su carrera en Nueva York, dejando que la red social creciera al margen de su influencia. Zuckerberg nunca se licenció, pero llevó a Facebook hasta elevadas cotas de éxito, con la apoteosis de la salida a Bolsa de este mes. Con él fueron a California sus dos compañeros de habitación en el colegio mayor. Moskovitz fue el tercer empleado de Facebook, su jefe tecnológico y vicepresidente de desarrollos de ingeniería, hasta que abandonó la empresa en 2008. Chris Hughes fue el primer jefe de prensa, y volvió a Harvard para licenciarse y para pasar a trabajar en la estrategia de redes sociales de Barack Obama.
Moskovitz creó Asana, un programa para maximizar la productividad en el puesto de trabajo. Hughes compró la mayoría de la participación en la revista The New Republic y es ahora su director. Y ¿qué hay de Saverin, cuando ya tiene su dinero? ¿Qué ha hecho desde que le desbancaran en Facebook? ¿Qué tiene que aportar, frente a los 901 millones de usuarios activos mensuales de la red social?
De momento, poca cosa. Saverin ha inyectado algunos millones a algunas nuevas empresas de la Red, como Shopsavvy, un comparador de precios; Qwiki, un portal social para compartir vídeos, y Jumio, para hacer pagos a través de la tecnología móvil. Esas inversiones suponen menos de un 1% de lo que ahora es su fortuna, según estimaciones de los analistas. No hay grandes proyectos ni ideas brillantes. Saverin vive la vida de un playboy.
En Singapur conduce un Bentley, un coche de lujo que viene a costar alrededor de 200.000 dólares. En una noche de diciembre pidió en un local seis litros de vodka Belvedere y 20 botellas de champán de la marca Cristal, según el diario The New York Post. Los diarios y revistas de Singapur le muestran con frecuencia rodeado de chicas hermosas, de grandes sonrisas y cortos vestidos.
En el libro Multimillonarios por accidente se le atribuye a Saverin una temprana predilección por las mujeres asiáticas. “No es que los chicos como yo se sientan atraídos, normalmente, por las mujeres asiáticas. Es que las mujeres asiáticas se sienten generalmente atraídas por chicos como yo. Y si intento optimizar mis posibilidades de triunfar con la mujer más atractiva, tengo que pescar entre los grupos que puedan estar más interesados en mí”, dice.
El interesado, poco dado a prodigarse en los medios, ha intentado contener recientemente la indignación provocada por su renuncia al pasaporte estadounidense, que tuvo durante 10 años. Primero, ha actualizado la foto de cabecera en su perfil de Facebook con una captura de pantalla de los primeros días de la red social, en la que firma como cofundador, con el adjetivo de “brasileño”. Luego, ha dado algunas entrevistas a unos pocos medios de EE UU. Al diario The New York Times le ha dicho: “Es todo falso, especialmente lo de que soy un playboy. Es cierto que tengo un Bentley. Es cierto que salgo. Pero es mejor que no entre en detalles personales”. Y ¿cómo se define? “La gente siempre trata de convertirte en un símbolo de algo. Si trabajas en un banco, eres un banquero. En mí ven un cofundador de Facebook”. Así ha sido durante años. Y puede que así sea para siempre.
Mark Zuckerberg y Chris Hughes (derecha), dos de los cuatro fundadores de Facebook, fotografiados en Eliot House, en la Universidad de Harvard, en mayo de 2004.
Los ‘Brangelina’ de Nueva York
Compartir habitación en un colegio mayor durante los años universitarios puede ser un infierno o una bendición, dependiendo de la persona que duerma en la cama de al lado. Otras veces puede resultar una infrecuente vía de enriquecimiento desmesurado. En Harvard, Chris Hughes acabó en el mismo cuarto que Mark Zuckerberg (ambos, en la imagen superior, fotografiados en Harvard en 2004), y ahora tiene una fortuna que se estima en 700 millones de dólares. Prometido al inversor Sean Eldridge, se ha hecho con el control de una respetable revista, ‘The New Republic’, y ha hecho suya, entre otras, la causa de avanzar los derechos de los homosexuales. Hughes, de 28 años, fue el primer portavoz de Facebook, pero abandonó la empresa en 2007, centrado en acabar sus estudios de letras. Desde temprano en su carrera mostró interés en la política, y en 2008 participó en la campaña electoral de Barack Obama, en el apartado de organización social a través de la Red. Un año después se mudó a Nueva York, donde fundó Jumo, una red social para trabajadores en el sector de las organizaciones no gubernamentales. Fue un fracaso, que llevó finalmente a Hughes a interesarse por los medios de comunicación y a comprar la mayoría de participaciones de ‘The New Republic’.
En este camino, más en la sombra que el de otros cofundadores de Facebook y sus peleas, Hughes ha encontrado el amor. Conoció a Eldridge, que ahora tiene 25 años, en Harvard, a través de un amigo. Su primera cita tuvo lugar en noviembre de 2005. Pronto eran pareja. Mientras Hughes avanzaba en el mundo de las redes sociales y los medios, Eldridge se licenció en filosofía por Brown e hizo sus primeras incursiones en el mundo de las comunicaciones y la política, defendiendo la causa de las uniones entre personas del mismo sexo. El diaro ‘The New York Times’ ha llamado a la pareja “los Brangelina del combinado de la política y los nuevos medios”. Los enamorados tienen un ‘loft’ de 350 metros cuadrados en el Soho neoyorquino que les costó cinco millones de dólares en 2010. Al año siguiente, compraron una casa de campo de 32 hectáreas en Garrison, a 80 kilómetros de Manhattan, por otros cinco millones. Son muy dados a organizar eventos sociales y recaudaciones de fondos para políticos progresistas. Por su hogar han pasado, entre muchos otros, la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, y la senadora por el mismo Estado Kristen Gillibrand. En julio de 2011, Nueva York legalizó las uniones homosexuales. Ahora, los prometidos podrán casarse en el Estado en el que residen.
EL PAÍS.com - David Alandete - Washington - 26 MAY 2012
Los ‘Brangelina’ de Nueva York
Compartir habitación en un colegio mayor durante los años universitarios puede ser un infierno o una bendición, dependiendo de la persona que duerma en la cama de al lado. Otras veces puede resultar una infrecuente vía de enriquecimiento desmesurado. En Harvard, Chris Hughes acabó en el mismo cuarto que Mark Zuckerberg (ambos, en la imagen superior, fotografiados en Harvard en 2004), y ahora tiene una fortuna que se estima en 700 millones de dólares. Prometido al inversor Sean Eldridge, se ha hecho con el control de una respetable revista, ‘The New Republic’, y ha hecho suya, entre otras, la causa de avanzar los derechos de los homosexuales. Hughes, de 28 años, fue el primer portavoz de Facebook, pero abandonó la empresa en 2007, centrado en acabar sus estudios de letras. Desde temprano en su carrera mostró interés en la política, y en 2008 participó en la campaña electoral de Barack Obama, en el apartado de organización social a través de la Red. Un año después se mudó a Nueva York, donde fundó Jumo, una red social para trabajadores en el sector de las organizaciones no gubernamentales. Fue un fracaso, que llevó finalmente a Hughes a interesarse por los medios de comunicación y a comprar la mayoría de participaciones de ‘The New Republic’.
Chris Hugh (derecha) y Sean Eldridge
EL PAÍS.com - David Alandete - Washington - 26 MAY 2012
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