7.000 litros de agua para producir un filete de ternera
- El gasto hídrico en la industria alimentaria centra el Día Mundial del Agua
- El agua contaminada causa más muertos que cualquier guerra
Hacen falta entre 1.000 y 3.000 litros de agua para producir un kilo de arroz, 7.000 para un filete de ternera. Son los datos que ha querido destacar la ONU con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, en un momento en el que 894 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, no tienen acceso a la cantidad mínima necesaria para la subsistencia -entre 20 y 50 litros al día-.
Todas las actividades humanas utilizan agua: para beber, cocinar, lavar, pero sobre todo, para la producción de papel, ropa o alimentos. La cantidad de este líquido que hace falta para que crezca un cereal, fabricar un zapato o alimentar a una vaca es lo que se conoce como huella hídrica de los productos. La de la comida se lleva el 70% del agua que se gasta a nivel mundial, la industria el 22% y el consumo humano el 8%, como revela el Programa de Evaluación Mundial del Agua de la UNESCO. Por eso, el Día Mundial del Agua que se conmemora hoy pone el foco en la racionalización de la producción y consumo de alimentos –en la que se utiliza la mayor parte del agua- como fórmula para ahorrar un recurso cada vez más escaso –la ONU prevé sequías más frecuentes e inundaciones que pueden destruir cultivos - para una población creciente –se estima que en 2050 haya 2.000 millones de personas más en el mundo-.
Normalmente las campañas de sensibilización sobre el desperdicio de agua suele tener una respuesta positiva por parte de los ciudadanos que se traduce en ahorro. Pero los problemas de escasez de agua están unidos también al derroche de alimentos. Cada europeo tira al año 179 kilogramos de comida, según un informe del Parlamento Europeo. Esto significa que el agua necesaria para su producción también acaba en el cubo de la basura. Santiago Martín Barajas, responsable de Agua de Ecologistas en Acción, lo tiene claro: “Hay que cambiar hábitos alimenticios, también derrochamos agua en las comidas”. Por eso la ONU recomienda en su página web para el Día Mundial del Agua 2012 una “dieta saludable, con menos alimentos cuya producción requiera mucho agua –como la carne-”. Asimismo llama a la reducción del desperdicio de alimentos –el 30% no llega a ser consumido a nivel mundial- y aboga por una agricultura sostenible “de mejor calidad y con menos agua”.
Con ello se tratan de evitar las previsiones: dos tercios de la población mundial vivirán en condiciones de disponibilidad limitada de agua en 2025, según la ONU, pese a que el acceso es un derecho universal reconocido desde julio de 2010. La principal razón que apunta el organismo es el gasto excesivo en la producción agroalimentaria. Asia meridional y Oriente Medio han sobrepasado sus límites de recursos hídricos. En España, según Ecologistas en Acción, estamos en una situación crítica. “La demanda de agua sigue creciendo y las reservas disminuyendo como consecuencia del cambio climático”, afirma Martín Barajas, “hay un desequilibrio muy importante”. ¿El motivo? “En España el 80% del agua lo consume la agricultura, y actualmente hay 3,4 millones de hectáreas de cultivos de regadío, que habría que reducir a 3 millones, eso daría para comer y seguir exportando”.
Pedro Arrojo, profesor en la universidad de Zaragoza, cuya investigación se centra en la economía del agua, apunta que “hay que regar menos pero mejor”. Para ello propone sistemas más eficientes como el goteo o la aspersión frente a la inundación, y sobre todo, una modernización en la fórmula para llevar el agua a los campos: “hacer pequeñas presas cerca de los regantes y fuera de los cauces para no romper el tránsito fluvial”. Arrojo asegura que en todo el mundo se han regado más terrenos de los que se debería. Pone de ejemplo Murcia, donde” se han cultivado lechugas en terrenos salobres. Esa tierra acabará desertificándose”. “Hemos regado cosechas desastrosas solo por recibir ayudas de la Unión Europea”, denuncia el profesor. Todo esto se traduce en el desperdicio de agua y la destrucción de los ríos, lo que tiene un impacto sobre la pesca, recalca. “En muchas zonas del mundo la gente, normalmente los más pobres, comen lo que pescan, y si pierden sus ríos en favor del agrobusiness, paradójicamente aumenta el hambre en la zona”.
El VI Foro Mundial del Agua, celebrado hace una semana en Marsella, trató entre otros aspectos, los compromisos para garantizar el acceso universal al agua potable, un derecho humano reconocido por las Naciones Unidas en julio de 2010. Pero según los representantes de ONGs en este encuentro “ha sido una decepción”. Alejandro Jiménez, responsable de la línea de agua de ONGAWA, organización para la cooperación al desarrollo, considera que los estados “no alcanzan acuerdos suficientes para hacer efectivo este derecho”. “Y los derechos generan obligaciones, los gobiernos deben tener una actitud proactiva”, añade. Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, recalca que “no se resolvió nada y al final siempre pierde el medio ambiente”.
El uso eficiente del agua interesa porque es necesario para el abastecimiento humano y para la conservación del medio ambiente. También para evitar conflictos derivados de las luchas por controlar un recurso natural escaso, necesario para la vida. El profesor Arrojo advierte que algunos gobiernos han optado por “transformar el agua en un negocio, como la Comunidad de Madrid”. “Esto hará que los pobres que no puedan pagárselo no tendrán agua”. Juan José Fernández, profesor de Historia en la Universidad Complutense, enseña a sus alumnos que el agua “es una de las causas de muchas guerras, por ejemplo, en Oriente Medio”. “Los problemas vienen ahora que el consumo ha aumentado exponencialmente y es un recurso finito, esto genera tensiones”, explica.
El problema de la escasez se ha agudizado con el progreso del siglo XX, y aún más en el XXI. La modernización se bebe los ríos. Ahora toca buscar las fórmulas para no frenar el avance, pero tampoco deshidratar al planeta, que como dice Juan José Fernández, “es un globo en el que todos vivimos”.
EL PAÍS.com - Alejandra Agudo - Madrid - 22 MAR 2012
- El gasto hídrico en la industria alimentaria centra el Día Mundial del Agua
- El agua contaminada causa más muertos que cualquier guerra
Hacen falta entre 1.000 y 3.000 litros de agua para producir un kilo de arroz, 7.000 para un filete de ternera. Son los datos que ha querido destacar la ONU con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, en un momento en el que 894 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, no tienen acceso a la cantidad mínima necesaria para la subsistencia -entre 20 y 50 litros al día-.
Todas las actividades humanas utilizan agua: para beber, cocinar, lavar, pero sobre todo, para la producción de papel, ropa o alimentos. La cantidad de este líquido que hace falta para que crezca un cereal, fabricar un zapato o alimentar a una vaca es lo que se conoce como huella hídrica de los productos. La de la comida se lleva el 70% del agua que se gasta a nivel mundial, la industria el 22% y el consumo humano el 8%, como revela el Programa de Evaluación Mundial del Agua de la UNESCO. Por eso, el Día Mundial del Agua que se conmemora hoy pone el foco en la racionalización de la producción y consumo de alimentos –en la que se utiliza la mayor parte del agua- como fórmula para ahorrar un recurso cada vez más escaso –la ONU prevé sequías más frecuentes e inundaciones que pueden destruir cultivos - para una población creciente –se estima que en 2050 haya 2.000 millones de personas más en el mundo-.
Normalmente las campañas de sensibilización sobre el desperdicio de agua suele tener una respuesta positiva por parte de los ciudadanos que se traduce en ahorro. Pero los problemas de escasez de agua están unidos también al derroche de alimentos. Cada europeo tira al año 179 kilogramos de comida, según un informe del Parlamento Europeo. Esto significa que el agua necesaria para su producción también acaba en el cubo de la basura. Santiago Martín Barajas, responsable de Agua de Ecologistas en Acción, lo tiene claro: “Hay que cambiar hábitos alimenticios, también derrochamos agua en las comidas”. Por eso la ONU recomienda en su página web para el Día Mundial del Agua 2012 una “dieta saludable, con menos alimentos cuya producción requiera mucho agua –como la carne-”. Asimismo llama a la reducción del desperdicio de alimentos –el 30% no llega a ser consumido a nivel mundial- y aboga por una agricultura sostenible “de mejor calidad y con menos agua”.
Con ello se tratan de evitar las previsiones: dos tercios de la población mundial vivirán en condiciones de disponibilidad limitada de agua en 2025, según la ONU, pese a que el acceso es un derecho universal reconocido desde julio de 2010. La principal razón que apunta el organismo es el gasto excesivo en la producción agroalimentaria. Asia meridional y Oriente Medio han sobrepasado sus límites de recursos hídricos. En España, según Ecologistas en Acción, estamos en una situación crítica. “La demanda de agua sigue creciendo y las reservas disminuyendo como consecuencia del cambio climático”, afirma Martín Barajas, “hay un desequilibrio muy importante”. ¿El motivo? “En España el 80% del agua lo consume la agricultura, y actualmente hay 3,4 millones de hectáreas de cultivos de regadío, que habría que reducir a 3 millones, eso daría para comer y seguir exportando”.
Pedro Arrojo, profesor en la universidad de Zaragoza, cuya investigación se centra en la economía del agua, apunta que “hay que regar menos pero mejor”. Para ello propone sistemas más eficientes como el goteo o la aspersión frente a la inundación, y sobre todo, una modernización en la fórmula para llevar el agua a los campos: “hacer pequeñas presas cerca de los regantes y fuera de los cauces para no romper el tránsito fluvial”. Arrojo asegura que en todo el mundo se han regado más terrenos de los que se debería. Pone de ejemplo Murcia, donde” se han cultivado lechugas en terrenos salobres. Esa tierra acabará desertificándose”. “Hemos regado cosechas desastrosas solo por recibir ayudas de la Unión Europea”, denuncia el profesor. Todo esto se traduce en el desperdicio de agua y la destrucción de los ríos, lo que tiene un impacto sobre la pesca, recalca. “En muchas zonas del mundo la gente, normalmente los más pobres, comen lo que pescan, y si pierden sus ríos en favor del agrobusiness, paradójicamente aumenta el hambre en la zona”.
El VI Foro Mundial del Agua, celebrado hace una semana en Marsella, trató entre otros aspectos, los compromisos para garantizar el acceso universal al agua potable, un derecho humano reconocido por las Naciones Unidas en julio de 2010. Pero según los representantes de ONGs en este encuentro “ha sido una decepción”. Alejandro Jiménez, responsable de la línea de agua de ONGAWA, organización para la cooperación al desarrollo, considera que los estados “no alcanzan acuerdos suficientes para hacer efectivo este derecho”. “Y los derechos generan obligaciones, los gobiernos deben tener una actitud proactiva”, añade. Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, recalca que “no se resolvió nada y al final siempre pierde el medio ambiente”.
El uso eficiente del agua interesa porque es necesario para el abastecimiento humano y para la conservación del medio ambiente. También para evitar conflictos derivados de las luchas por controlar un recurso natural escaso, necesario para la vida. El profesor Arrojo advierte que algunos gobiernos han optado por “transformar el agua en un negocio, como la Comunidad de Madrid”. “Esto hará que los pobres que no puedan pagárselo no tendrán agua”. Juan José Fernández, profesor de Historia en la Universidad Complutense, enseña a sus alumnos que el agua “es una de las causas de muchas guerras, por ejemplo, en Oriente Medio”. “Los problemas vienen ahora que el consumo ha aumentado exponencialmente y es un recurso finito, esto genera tensiones”, explica.
El problema de la escasez se ha agudizado con el progreso del siglo XX, y aún más en el XXI. La modernización se bebe los ríos. Ahora toca buscar las fórmulas para no frenar el avance, pero tampoco deshidratar al planeta, que como dice Juan José Fernández, “es un globo en el que todos vivimos”.
EL PAÍS.com - Alejandra Agudo - Madrid - 22 MAR 2012
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