lunes, 12 de diciembre de 2011


Canto del cisne en el Niemeyer
 
Víctima de las disputas políticas y de las denuncias por irregularidades, el centro que el gran arquitecto brasileño regaló a Asturias vivió ayer su último día


Todo es dinero, la política también; todo es política, la cultura también. Con el primero de por medio, la tercera suele pasarlo fatal en las fauces de la segunda. Y suele acabar siendo pasto de esa fatalidad de las cosas no escritas pero inexorables. En resumen: malos tiempos, casi siempre, para la lírica. También en Asturias, sobre todo en Asturias, donde Francisco Álvarez-Cascos ha logrado en cosa de medio año (el que va desde las elecciones municipales y autonómicas de mayo hasta ayer mismo) la hazaña de cerrar una ilusionante fábrica de contenidos culturales como es -como era- el Centro Niemeyer de Avilés. Una isla urbana con cúpulas, moles y torres de hormigón blanco y curvilíneo que ayer recordaba demasiado a la decadencia precoz de esos lugares donde se intuyen ya los matojos emergiendo entre las losetas.

Álvarez-Cascos y su apisonador Foro Asturias, armados hasta los dientes con el ferozmente demagógico aunque eficaz argumento de que, en tiempos de crisis, hay que recortar en cultura, llevan seis meses enfrentados a los gestores de la Fundación del Centro Niemeyer. Su oposición a la reforma de estatutos de la Fundación -por la que el Principado que preside pasaba de cuatro a tres representantes en el Patronato- y la posterior denuncia de supuestas irregularidades en la gestión del centro dirigido por Natalio Grueso han sido los dos capítulos en la relación de Álvarez-Cascos con el Niemeyer. El tercero podría haber consistido, por ejemplo, en que, gratamente impresionado ante la materialización física del proyecto -cúpulas, pasarelas, explanadas, torre, auditorio, cine, arte, fotografía, teatro, literatura, periodismo, política...-, en una visita ya como presidente asturiano, Álvarez-Cascos hubiera procedido a una hipotética marcha atrás en su estrategia y entablado negociaciones con el equipo gestor, al haber entendido el potencial cultural (a corto plazo) y económico (a medio-largo) del proyecto. No hubo caso. El exministro del Partido Popular no ha pisado la explanada del Niemeyer desde que las urnas le ungieron como presidente asturiano.

Este jueves próximo, día 15, finaliza el plazo de cesión de los edificios del Centro Niemeyer a la Fundación del mismo. Ese día, Natalio Grueso y su equipo entregarán las llaves del complejo (un millón de visitas y casi 250.000 entradas vendidas para exposiciones, conciertos y ciclos de cine) al Gobierno del Principado. Lo harán con notario de por medio, con el anuncio de una querella por valor de 20 millones de euros contra Álvarez-Cascos y su consejero de Cultura, Emilio Marcos Vallaure, por daños y perjuicios, injurias, calumnias y prevaricación, y con la puesta en marcha de la recogida de 10.000 firmas para tramitar una iniciativa legislativa popular ante el Parlamento autonómico que regule al centro al margen de los vaivenes políticos.

Así que ayer, un domingo de extraño sol blanco en la ría de Avilés, era el día del canto del cisne para el Centro Niemeyer. Y se notaba. A las cuatro de la tarde, operarios recogían apresuradamente los libros y objetos de la tienda y los introducían en cajas de cartón. En el mostrador de entrada del espacio polivalente -donde se encuentra el cine que el mismísimo Woody Allen inauguró en marzo de este año y donde se han venido programando desde entonces con gran éxito de público numerosos ciclos de películas en versión original-, Pedro, uno de los voluntarios de Avilés que decidieron poner su granito de arena al servicio de un proyecto cultural, lamentaba el estado de las cosas: "Esto es una vergüenza, pero nada, ya no hay nada que hacer, la mierda de política". "¡Cuánto dinero para nada!", gritaba otra de las trabajadoras del centro.

En el caso de que, como aseguró su consejero de Cultura, el Principado decida mantener el centro abierto a partir de mañana (hoy lunes es día de cierre semanal), ya no será como Centro Niemeyer: la Fundación tiene registrada la marca, y el propio Oscar Niemeyer ya ha hecho saber que su legendario nombre no podrá ir unido a gestores que no sean los actuales. Tampoco se sabe qué ofrecerán los nuevos gestores del centro. Bueno, una cosa sí: una de las primeras manifestaciones artísticas será una exposición del pintor local Favila. Iba en cuarto lugar en las listas de Foro Asturias a las elecciones.

Y un detalle: este jueves, el mismo día del cerrojazo oficial del Centro Niemeyer como tal, el arquitecto que lo pensó y lo regaló al pueblo de Asturias en 2006, el creador de Brasilia, cumplirá 104 años. Lo celebrará, seguro, en su estudio-refugio del edificio Ypiranga, asomado a la playa de Copacabana, con un güisquito en la mano y el disgusto de un regalo así de envenenado...

Muere un centro cultural por donde han pasado, entre otros, Kevin Spacey, Jessica Lange, Paulo Coelho, Wole Soyinka, Enrique Morente, Paco de Lucía, Carlos Saura, Woody Allen, Gilberto Gil, John Mayall, Yo-Yo Ma, Barbara Hendricks y Amaral, y donde The New York Times llegó a celebrar una sesión de sus célebres Conversaciones; un lugar donde ayer las gaviotas y algunos nostálgicos por adelantado revoloteaban sin rumbo. Los gestores del Centro Niemeyer querían, con el tiempo, plantar en otra ría del industrioso Cantábrico un Guggenheim en miniatura, con su efecto de reconversión urbanística incluido. Parece que nada de eso ocurrirá ya. La selva de post-its amarillos que recibía al visitante en el vestíbulo del colosal auditorio para mil personas era ayer una metáfora de este canto del cisne. Los había para todos los gustos: "¡Ay, Foro Asturias, no sé si nos darías gato por liebre al votarte!"; "El Centro Niemeyer tiene que dar aún mucha guerra"; "Queremos las cuentas claras, fuera chiringuitos sociatas"; "¡Poneos de acuerdo, por favor!".

BORJA HERMOSO - EL PAÍS.com - 12/12/2011

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