viernes, 14 de diciembre de 2012

'El hobbit: Un viaje inesperado': Su tessssoooooooro


Hablar de El Señor de los Anillos no es hablar de una obra cualquiera. En todas las lista de las muchas que existan y que se puedan encontrar sobre los 10 libros más leídos (incluso de los más vendidos) de la historia siempre hay un lugar de honor para ella que rara vez se posiciona más allá de la quinta plaza ocupando la mayor parte de las veces uno de los tres peldaños más altos. Curiosamente si de los otros 10 que pueda haber en dicha lista, al menos 7 disfrutan no de una sino incluso de varias películas a lo largo de la los años basadas en ellos, de esta tan sólo había un pequeño intento del año 1978 que por medio de la animación se había atrevido tímidamente con ella y eso es debido no solo a que no es una obra fácil, sino a que esta impone muuuucho respeto.

Desde que en el año 1954 se publicara la trilogía no pocos han sido los que coquetearon con la idea o el sueño de plasmar en imágenes el mundo creado por J.R.R. Tolkien pero solo uno fue el elegido para llevarlo a cabo 46 años más tarde, uno para atraerlos a todos y atarlos en las butacas. No parecía en su momento una buena idea poner la tarea en manos de un director de 40 años que tenía tan solo 5 films en su haber y ninguno de ellos había sido un éxito de crítica o público. Se vislumbraba algo de talento oculto tras Criaturas Celestiales o Agárrame esos Fantasmas, incluso tras las peculiares Mal Gusto o Braindead: Tu Madre se ha comido a mi Perro, pero parecía que la obra fagocitaría al director a las primeras de cambio. 4 años y 17 estatuillas después, Peter Jackson le daba la razón a New Line la productora que apostó por él, se había convertido en un icono mundial y en el ídolo de la mayor parte de los fans de la saga literaria.

Tras el éxito rotundo de la trilogía, parecía claro que Jackson tendría las puertas abiertas para hacer lo que quisiera y aparentemente asi era. Un par de años después retomaba otro mito esta vez cinematográfico y rehacía según su punto de vista al bueno de King Kong con un presupuesto enorme y una cantidad de metraje también enorme. Esta vez ni el público ni sobre todo la crítica le apoyaron en la medida que se esperaba, el ídolo parecía tener los pies de barro. En parte dolido y en parte escarmentado se demoró otros 4 años para presentar la más sencilla e intimista The Lonely Bones, donde de nuevo parecía volver a sus orígenes, similar en estilo y forma a Criaturas Celestiales consiguió lo que en aquel entonces, todo el mundo le reconocía el talento a todos les gustaba la película e incluso tuvo una nominación a los Oscars como en su momento Criaturas Celestiales, pero más allá de esto, The Lonely Bones no llego a nada (a un servidor le confirmó el talentazo de Saoirse Ronan, pero eso lo dejamos para otro día).

Estamos en el año 2012 y lo que nos llega es El Hobbit: Un Viaje Inesperado, la última película de Peter Jackson. Si bien el crédito que le concedió la anterior trilogía no se ha extinguido del todo, si que es cierto que algo se ha resentido y la incógnita de si Jackson se iba a convertir en otro George Lucas o si el Hobbit era su tabla de salvación estaba por desvelar. Y es que si de la trilogía de El Señor de los Anillos, compuesta de más de 1000 páginas se hicieron tres películas de unas 3 horas cada una, esta vez se antoja algo desproporcionado sacar el mismo numero de películas y minutos de una obra que a duras penas llega a las 300, máxime cuando la diferencia de tono de ambas obras es abismal, siendo El Hobbit una obra eminentemente juvenil de lectura ligera con mucha acción y poco trasfondo, todo lo contrario a lo que ofrece El Señor de los Anillos. Pero hay una cosa que los diferencia claramente y que hace ganador a Jackson en la comparación, el amor que siente por la obra. No es solo el conocerla como la palma de la mano, sino el quererla como se quiere a esos juguetes de nuestra infancia que aun conservamos.

Nadie como él para contarnos la historia de Bilbo Bolsón (de Bolsón Cerrado), un hogareño, apacible y amable Hobbit interpretado en la anterior trilogía (y en algunos minutos de esta e imagino las siguientes dos películas) por Ian Holm y al que Martin Freeman toma el relevo para mostrarnos sus “locos” años de juventud y que nos demuestra que un Hobbit es bastante más que esos personaje sosos y aburridos que fueron Frodo, Merry, Pippin y aunque en bastante menor medida Sam Sagaz el Bravo. Freeman se desmarca desde el primer momento y construye un personaje a la medida de lo necesario sin estridencias ni costumbrismos, sabiendo hacerse ver cuando es su momento y pasando mas desapercibido cuando se requiere, todo un profesional que se merienda a su sobrino y amigos igual que 13 enanos devoran una despensa completa.

Jackson en El Hobbit ya no sorprende tanto como antaño, pero lo sabe y juega otras bazas para demostrarnos que sigue en plena forma cuando de Hobbits, Enanos, Elfos y criaturas oscuras se trata. Saca su libro de estilo y sin dejar de usar, incluso a veces abusar ligeramente, de esos planos panorámicos aéreos reconduce estos hacia la acción del momento lo que contribuye en cierta manera a darle forma a la acción a raudales que estimula la película. Si en el libro el 80% del tiempo son momentos de acción, él se las apaña para no sólo hacer el mismo porcentaje en pantalla, sino para enriquecer los momentos de descanso (que creedme son pocos) con añadidos de las demás obras de Tolkien que se quedan fuera por motivos obvios, contando historias o mostrando personajes que de otra manera no sería posible conocer, de ahí que tras 3 horas de metraje, apenas se haya avanzado en el desarrollo de la obra original.

Precisamente la acción es lo que la distingue por completo de las tres anteriores, si en las anteriores pocas eran las batallas, muy estudiadas y desarrolladas a la perfección, esta aparece repleta de pequeñas escaramuzas tan frenéticas que en algunos momentos pueden llegar a aturdir al espectador, haciendo que por una parte se agradezca la aventura de estos personajes pero por otro lado se pueda llegar a hacer cansado en determinados momentos en los que la película parece no tener un momento de respiro, que si bien puede estar justificado por aparecer en la obra original, se podrían haber planeado de otra forma. Hay tanta acción que a veces dan ganas de que esta se acabe y de paso a lo siguiente porque parece que no se avance. Este pequeño inconveniente es lo único que ha de mejorar Jackson para la siguiente, dado que ya sabemos a lo que atenernos en esta nueva trilogía. Esto ya no es El Señor de los Anillos, no es mejor ni mucho menos peor, simplemente es distinto y viene a sumar riqueza al conjunto añadiendo un tipo diferente de aventuras y acción a cambio de sacrificar un poco de épica.

Señoras y señores, estamos de enhorabuena, la obra de Tolkien ha vuelto con nuevas energías comandada por legiones de Orcos, Elfos, Enanos y un solitario Hobbit y solo el señor de la tierra media puede poner orden y ya ha comenzado su tarea para disfrute de todos nosotros. Ni Gandalf, ni Frodo, ni Legolas, ni Sauron, el verdadero señor de la Tierra Media se llama Peter Jackson.


Vía El Séptimo Arte | 13 de diciembre de 2012 | Por elseptimoarte

No hay comentarios:

Publicar un comentario